Share

Capítulo 2

Author: Luisa Vargas
Sentí que me habían dejado vacía, sin una sola gota de energía.

Y, de pronto, llegó una extraña sensación de alivio.

Ya había tomado una decisión. ¿Para qué seguir torturándome?

Él siempre fue maniático con la limpieza. Yo no.

Tiré los trastos de limpieza como si ya no importaran.

Con el pie ardiendo, apenas pude asearme antes de dejarme caer en la cama.

No sé si fue por el dolor o por el cansancio emocional, pero esa noche dormí fatal.

Al despertar, con las ojeras marcadas, Lorenzo aún no había regresado.

Así que, en silencio, me ocupé de lo mío.

La herida en el pie se había infectado.

El enrojecimiento y la hinchazón me obligaron a ir al hospital.

Esperaba en una silla plástica, fría como la sala misma, mientras la enfermera preparaba el vendaje.

Y justo ahí, entre las cortinas del box contiguo, vi algo que dolía más que cualquier herida.

Lorenzo estaba ahí.

Atendiendo a Camila como si fuera de cristal.

Su mano izquierda vendada —claramente un intento de autolesión.

Y él, con ternura desbordante, le daba de comer cucharada a cucharada.

—Está muy caliente… —dijo ella con vocecita mimada.

Y Lorenzo soplaba la sopa con paciencia infinita.

Tan atento. Tan jodidamente tierno.

Como lo fue conmigo alguna vez.

Él, con su manía por la limpieza, jamás comía en puestos callejeros. Pero conmigo… era distinto.

Recuerdo una vez que, en la feria del barrio, me quemé la lengua con una empanada recién frita.

Salté del dolor y él puso una cara más angustiada que la mía.

Sostenía la empanada con firmeza en una mano, mientras con la otra sacaba de su bolsa una cajita de leche que había comprado "por si acaso".

Le puso el popote con delicadeza y me la ofreció como si fuera medicina.

El frescor de la leche alivió de inmediato el ardor en mi boca.

Solo cuando dejé de hacer muecas, pude ver en sus ojos un poco de calma.

Hasta hoy, jamás dudé de su amor…

Pero a veces, el amor también apesta a traición.

Hoy, su ternura ya no es mía.

Mi estómago, inoportunamente, gruñó.

Camila me vio.

Miró mi pie vendado… y sonrió con esa cara de “gané”. Esa sonrisa me dio náuseas.

—Lorenzo… ¿no crees que soy una molestia? No sirvo para nada. No soy fuerte como Renata. Ella tiene buena salud, buena familia…

—¿Renata? ¿Qué tiene ella? —Lorenzo respondió al instante—. No es más que una corriente, vulgar y sin gracia. Tú, Camila, eres todo lo contrario: dulce, comprensiva, especial. No pienses en eso ahora. Solo concéntrate en sanar.

Su voz estaba impregnada de una ternura que ya no conocía.

Camila me sostuvo la mirada.

Desafiante. Victoriosa.

—No digas eso de Renata, por favor. Podría molestarse…

—¿Molestarse? ¿Y qué derecho tiene? Si se atreve a buscarte problemas, yo mismo le pondré un alto —dijo él con un filo nuevo en la voz.

Quería huir de ese infierno disfrazado de hospital.

Pero justo entonces, la enfermera levantó la voz:

—Señora Villegas, aún no le he aplicado el medicamento.

Patuloy na basahin ang aklat na ito nang libre
I-scan ang code upang i-download ang App

Pinakabagong kabanata

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 10

    Respiré hondo y me acerqué con paso firme a Lorenzo.Cuando notó que iba hacia él, su expresión cambió.Entre nervios y esperanza, dio un par de pasos rápidos, acortando la distancia.—Lo siento, tortuguita —dijo con voz temblorosa, extendiendo hacia mí un ramo de rosas champagne.—¿Puedes perdonarme? —preguntó, como si esas flores pudieran reparar todo lo que ya se había roto.Lo miré a los ojos. Fría.Directa.—Señor Ortega, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? Estamos divorciados. Ya no hay nada entre nosotros.Su sonrisa se desmoronó.—Para mí, nunca nos hemos separado.Me incliné hacia él, lo suficiente para que solo él pudiera oírme:—Lorenzo, esto ya terminó. Mírate por dentro. Sé honesto contigo mismo. Esto que estás haciendo, no tiene sentido.Vi en sus ojos algo que no era rabia ni tristeza… era pura derrota.—No es un espectáculo. Es amor. ¡Yo te amo! No puedo vivir sin ti.—Tal vez, solo estás acostumbrado a tenerme.—¡No! ¡No es eso!—Nunca he dudado que lo nuestro fue real

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 9

    Desde que Lorenzo se negó a firmar los papeles, lo dejé todo en manos del abogado.Metí la demanda de divorcio directamente en el juzgado.Con la sentencia firme, nuestra historia terminó.Sentí como si me quitaran un peso de encima.Y por primera vez en años, sentí el pecho ligero.Volví al trabajo con toda mi energía.De Lorenzo, solo escuchaba cosas sueltas por amigos en común.Decían que había empezado a fallar en sus clases.Que no logró su ascenso a profesor titular.Y que su vida personal, era un caos.Aquel profesor impecable y encantador ahora vivía encerrado, despeinado, ausente.Aislado del mundo.Evadiendo todo lo que no fuera su tristeza.Y Camila…Camila, después de graduarse, se negó a dejar el dormitorio de estudiantes.La universidad terminó por desalojarla.Ese mismo día, sus padres fueron a armar escándalo.Decían que ya le habían dado dinero a la familia del novio, que ahora debía casarse sí o sí.Camila les gritó que devolvieran ese dinero si querían,porque estaba

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 8

    —Lorenzo, ¿te acuerdas de la última vez? También dijiste lo mismo.¿Y no te di acaso oportunidades?Le di un año entero a esta relación.¿No notaste que este año, la mayoría del tiempo estuve en casa?Yo misma te dije que ya podíamos pensar en tener un hijo.¿Y qué dijiste tú? “Aún no, mejor más adelante.”¿Ya lo olvidaste?Mis palabras lo dejaron sin respuesta.Se quedó en silencio, mirando hacia la nada.—¡Lo dijiste! No... no lo recuerdo… pero eso no importa.¡Lo que importa es que todavía nos amamos!¡Yo te amo! —repitió, como si tratara de convencerse a sí mismo.Pero su voz sonaba más vacía que firme.—¿Que todavía dices que me amas?Lorenzo, tú ya no me amas. Solo que todavía no lo quieres aceptar.Si de verdad me amaras, lo sabrías.Y te habrías dado cuenta hace mucho.—¿De qué estás hablando?—Hace un año, renuncié a mi carrera como atleta profesional.Ahora soy gerente de operaciones.Lo dejé todo por completo.—¿Cuándo pasó eso? —preguntó Lorenzo, con una mezcla de desconcie

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 7

    Cuando terminé de empacar mis cosas en el departamento que había alquilado, ya era de madrugada.Lorenzo no había respondido ninguno de mis mensajes.Llegué a pensar que ni siquiera había abierto los papeles del divorcio.Volví a llamarlo.Nada.Volví a intentarlo…Contestó Camila.No me dejó decir una sola palabra antes de soltar su discurso:—Lorenzo está en la ducha. Y si crees que con estos jueguitos vas a separarnos...Corté. Sin más.Después, los bloqueé a los dos.Fue al cruzar la puerta del club de tenis cuando sentí que algo pesado se me desprendía del pecho.Ahí era mi lugar.Mi cancha. Mi zona.Ese era el mundo que podía controlar.El que me devolvía algo más parecido a la pasión que había perdido.Revisé a fondo la gestión del club.Años de experiencia me bastaron para detectar fallas y proponer mejoras al instante.Convocamos al equipo, compartí mi diagnóstico y una nueva estrategia.Me recibieron con entusiasmo.Volvían a creer en mí.Y yo también.El plan era ambicioso:

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 6

    El timbre volvió a sonar, rompiendo el silencio incómodo.Por un segundo, mi corazón se animó.¡Por fin! Mi sopa.Mi estómago estaba tan vacío como el resto de mi vida en ese momento.Ya no tenía energía para discutir, solo quería comer.Salté sobre un pie hacia la puerta, tomé el pedido y volví hacia la mesa.Pero en cuanto abrí el envase, Camila frunció la nariz.Se cubrió el rostro como si estuviera oliendo basura.—Ese olor… yo… —balbuceó, con una mueca de asco, haciendo amago de arcadas.—Tíralo —ordenó Lorenzo, con esa voz dura que corta en seco.No les hice caso.Apreté la bolsa y, cojeando, me acerqué al comedor.Justo cuando me impulsaba para saltar de nuevo, sentí una presión en la espalda.Un empujón. Sutil. Suficiente.Perdí el equilibrio.Caí al suelo con la sopa en las manos, la sopa caliente salpicando mi ropa, mi piel, mi dignidad.Todo se mezcló en mí: la sopa, el día sin comer, la soledad.Intenté incorporarme, pero el cuerpo no respondía.No tenía fuerzas. Ni ganas.

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 5

    Sonó el timbre y una chispa de ilusión me recorrió el pecho.¿Sería por fin mi sopa?Apoyada sobre un solo pie, avancé a saltitos hacia la puerta.Pero al abrir…lo que vi fue a Lorenzo y Camila, de pie frente a mí.No pude esconder mi decepción.—Ayer salí con prisa y olvidé mis llaves —dijo Lorenzo con voz neutra, como si nada.Sin pedir permiso, se agachó y tomó una de mis pantuflas favoritas.Esa que tenía estampado un dibujo de tortuguita que yo misma había elegido.Era mi pantufla.Y se la entregó a Camila… como si no valiera nada para él.—No hace falta que me expliques —le dije sin mirarlos, caminando de regreso, cojeando,más preocupada por mi comida que por ellos.Tomé el celular de la mesa para revisar por dónde venía el repartidor.—Renata, fue culpa mía… No te enojes con él —lloriqueó Camila, con la voz entrecortada y los ojos humedecidos.—¿Y ahora qué te pasa, Renata? —interrumpió Lorenzo, molesto—. Camila acaba de terminar la maestría, sus padres la están presionando pa

Higit pang Kabanata
Galugarin at basahin ang magagandang nobela
Libreng basahin ang magagandang nobela sa GoodNovel app. I-download ang mga librong gusto mo at basahin kahit saan at anumang oras.
Libreng basahin ang mga aklat sa app
I-scan ang code para mabasa sa App
DMCA.com Protection Status