Share

Capítulo 3

Author: Luisa Vargas
Lorenzo se volteó bruscamente, sorprendido.

Y en ese instante, nuestras miradas se cruzaron.

Yo, encogida detrás de la cortina, intenté sonreír con torpeza.

Pero él, lejos de suavizarse… se enfadó.

—¿Por qué siempre tienes que rebajarte así? ¿Estabas espiando?

—¡No estaba espiando! Solo vine a que me aplicaran el medicamento… —ni siquiera terminé de hablar,

cuando Camila se levantó de golpe, corriendo hacia mí con una taza de sopa caliente en las manos.

—¡Lorenzo, espera…! —alcancé a oírle decir, justo antes de tropezar.

—¡Ay! —solté un gemido de dolor.

La sopa cayó directa sobre mi pierna. Hirviendo.

Ella, en cambio, terminó perfectamente colocada en los brazos de Lorenzo.

Dos locos. Y el único punto de impacto… fui yo.

—Ay, perdón, Renata… Es que me asusté mucho cuando te vi ahí parada, y sin querer… —ni acabó la frase cuando se cubrió la cara y comenzó a llorar en seco.

Lorenzo la protegió de inmediato, poniéndose entre ella y yo como si yo fuera la amenaza.

Se inclinó con preocupación a revisar su muñeca vendada.

Ni un vistazo hacia mi pierna ardiendo.

Sentí cómo el calor de la avena atravesaba la tela del pantalón.

El ardor punzante me hizo temblar.

Y, sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a brotar.

No sé si fue por el dolor… o por otra cosa.

—¿Ahora qué haces? ¡Deja de fingir, Renata! Camila no lo hizo a propósito —me espetó Lorenzo, con voz dura y cansada.

—Es mi culpa… siempre lo es. No sirvo para nada… mejor me desaparezco de una vez —sollozó Camila, escondiendo el rostro en el pecho de Lorenzo, con ese aire frágil que pide compasión.

Los dos, abrazados así, parecían los sobrevivientes de una historia trágica.

Y yo, apenas una intrusa que arruinaba el momento.

Respiré hondo.

—Hoy… volvamos a casa. Tengo algo que decirte.

Mi voz fue tranquila. Sin ira, sin emoción.

Lorenzo alzó los ojos por fin hacia mí.

Se detuvo en la quemadura que ya se infectaba.

Por un segundo, vi en su rostro algo parecido a la culpa.

Abrió la boca, queriendo decir algo.

Pero Camila lo sujetó del brazo con suavidad:

—Lorenzo… tengo que hacerme unos exámenes.

Él dudó. Solo un momento.

Luego giró sobre sus talones, ayudándola a salir del consultorio.

Antes de irse, Camila se volvió apenas, justo lo suficiente para lanzarme una mirada.

Una sonrisa cargada de triunfo, con todo el veneno del mundo.

Una sonrisa que gritaba:

“¿Ves? Él se queda conmigo.”

Las luces del hospital eran pálidas, demasiado blancas, casi crueles.

Todo el ruido, las voces, los pasos, parecían lejanas.

Y aun así, yo solo sentí… paz.

—Tenemos que tratar esa quemadura cuanto antes —la voz de la enfermera me sacó de mis pensamientos. Sonaba cálida, profesional.

Asentí en silencio. La seguí hacia la sala de curaciones.

El olor a desinfectante me llenó los pulmones. Era fuerte, punzante, real.

Y de algún modo, me anclaba al presente.

No pasa nada, me dije.

Diez años de relación no se destruyen en un día…

pero tampoco hacen falta más que un par de días para acabarla.

Patuloy na basahin ang aklat na ito nang libre
I-scan ang code upang i-download ang App

Pinakabagong kabanata

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 10

    Respiré hondo y me acerqué con paso firme a Lorenzo.Cuando notó que iba hacia él, su expresión cambió.Entre nervios y esperanza, dio un par de pasos rápidos, acortando la distancia.—Lo siento, tortuguita —dijo con voz temblorosa, extendiendo hacia mí un ramo de rosas champagne.—¿Puedes perdonarme? —preguntó, como si esas flores pudieran reparar todo lo que ya se había roto.Lo miré a los ojos. Fría.Directa.—Señor Ortega, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? Estamos divorciados. Ya no hay nada entre nosotros.Su sonrisa se desmoronó.—Para mí, nunca nos hemos separado.Me incliné hacia él, lo suficiente para que solo él pudiera oírme:—Lorenzo, esto ya terminó. Mírate por dentro. Sé honesto contigo mismo. Esto que estás haciendo, no tiene sentido.Vi en sus ojos algo que no era rabia ni tristeza… era pura derrota.—No es un espectáculo. Es amor. ¡Yo te amo! No puedo vivir sin ti.—Tal vez, solo estás acostumbrado a tenerme.—¡No! ¡No es eso!—Nunca he dudado que lo nuestro fue real

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 9

    Desde que Lorenzo se negó a firmar los papeles, lo dejé todo en manos del abogado.Metí la demanda de divorcio directamente en el juzgado.Con la sentencia firme, nuestra historia terminó.Sentí como si me quitaran un peso de encima.Y por primera vez en años, sentí el pecho ligero.Volví al trabajo con toda mi energía.De Lorenzo, solo escuchaba cosas sueltas por amigos en común.Decían que había empezado a fallar en sus clases.Que no logró su ascenso a profesor titular.Y que su vida personal, era un caos.Aquel profesor impecable y encantador ahora vivía encerrado, despeinado, ausente.Aislado del mundo.Evadiendo todo lo que no fuera su tristeza.Y Camila…Camila, después de graduarse, se negó a dejar el dormitorio de estudiantes.La universidad terminó por desalojarla.Ese mismo día, sus padres fueron a armar escándalo.Decían que ya le habían dado dinero a la familia del novio, que ahora debía casarse sí o sí.Camila les gritó que devolvieran ese dinero si querían,porque estaba

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 8

    —Lorenzo, ¿te acuerdas de la última vez? También dijiste lo mismo.¿Y no te di acaso oportunidades?Le di un año entero a esta relación.¿No notaste que este año, la mayoría del tiempo estuve en casa?Yo misma te dije que ya podíamos pensar en tener un hijo.¿Y qué dijiste tú? “Aún no, mejor más adelante.”¿Ya lo olvidaste?Mis palabras lo dejaron sin respuesta.Se quedó en silencio, mirando hacia la nada.—¡Lo dijiste! No... no lo recuerdo… pero eso no importa.¡Lo que importa es que todavía nos amamos!¡Yo te amo! —repitió, como si tratara de convencerse a sí mismo.Pero su voz sonaba más vacía que firme.—¿Que todavía dices que me amas?Lorenzo, tú ya no me amas. Solo que todavía no lo quieres aceptar.Si de verdad me amaras, lo sabrías.Y te habrías dado cuenta hace mucho.—¿De qué estás hablando?—Hace un año, renuncié a mi carrera como atleta profesional.Ahora soy gerente de operaciones.Lo dejé todo por completo.—¿Cuándo pasó eso? —preguntó Lorenzo, con una mezcla de desconcie

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 7

    Cuando terminé de empacar mis cosas en el departamento que había alquilado, ya era de madrugada.Lorenzo no había respondido ninguno de mis mensajes.Llegué a pensar que ni siquiera había abierto los papeles del divorcio.Volví a llamarlo.Nada.Volví a intentarlo…Contestó Camila.No me dejó decir una sola palabra antes de soltar su discurso:—Lorenzo está en la ducha. Y si crees que con estos jueguitos vas a separarnos...Corté. Sin más.Después, los bloqueé a los dos.Fue al cruzar la puerta del club de tenis cuando sentí que algo pesado se me desprendía del pecho.Ahí era mi lugar.Mi cancha. Mi zona.Ese era el mundo que podía controlar.El que me devolvía algo más parecido a la pasión que había perdido.Revisé a fondo la gestión del club.Años de experiencia me bastaron para detectar fallas y proponer mejoras al instante.Convocamos al equipo, compartí mi diagnóstico y una nueva estrategia.Me recibieron con entusiasmo.Volvían a creer en mí.Y yo también.El plan era ambicioso:

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 6

    El timbre volvió a sonar, rompiendo el silencio incómodo.Por un segundo, mi corazón se animó.¡Por fin! Mi sopa.Mi estómago estaba tan vacío como el resto de mi vida en ese momento.Ya no tenía energía para discutir, solo quería comer.Salté sobre un pie hacia la puerta, tomé el pedido y volví hacia la mesa.Pero en cuanto abrí el envase, Camila frunció la nariz.Se cubrió el rostro como si estuviera oliendo basura.—Ese olor… yo… —balbuceó, con una mueca de asco, haciendo amago de arcadas.—Tíralo —ordenó Lorenzo, con esa voz dura que corta en seco.No les hice caso.Apreté la bolsa y, cojeando, me acerqué al comedor.Justo cuando me impulsaba para saltar de nuevo, sentí una presión en la espalda.Un empujón. Sutil. Suficiente.Perdí el equilibrio.Caí al suelo con la sopa en las manos, la sopa caliente salpicando mi ropa, mi piel, mi dignidad.Todo se mezcló en mí: la sopa, el día sin comer, la soledad.Intenté incorporarme, pero el cuerpo no respondía.No tenía fuerzas. Ni ganas.

  • Anillo Roto y Promesas en la Cancha   Capítulo 5

    Sonó el timbre y una chispa de ilusión me recorrió el pecho.¿Sería por fin mi sopa?Apoyada sobre un solo pie, avancé a saltitos hacia la puerta.Pero al abrir…lo que vi fue a Lorenzo y Camila, de pie frente a mí.No pude esconder mi decepción.—Ayer salí con prisa y olvidé mis llaves —dijo Lorenzo con voz neutra, como si nada.Sin pedir permiso, se agachó y tomó una de mis pantuflas favoritas.Esa que tenía estampado un dibujo de tortuguita que yo misma había elegido.Era mi pantufla.Y se la entregó a Camila… como si no valiera nada para él.—No hace falta que me expliques —le dije sin mirarlos, caminando de regreso, cojeando,más preocupada por mi comida que por ellos.Tomé el celular de la mesa para revisar por dónde venía el repartidor.—Renata, fue culpa mía… No te enojes con él —lloriqueó Camila, con la voz entrecortada y los ojos humedecidos.—¿Y ahora qué te pasa, Renata? —interrumpió Lorenzo, molesto—. Camila acaba de terminar la maestría, sus padres la están presionando pa

Higit pang Kabanata
Galugarin at basahin ang magagandang nobela
Libreng basahin ang magagandang nobela sa GoodNovel app. I-download ang mga librong gusto mo at basahin kahit saan at anumang oras.
Libreng basahin ang mga aklat sa app
I-scan ang code para mabasa sa App
DMCA.com Protection Status