Tras nueve largos años de relación, Luis Martínez había amado profundamente a Elena García, y era considerado el marido ejemplar en el círculo de la alta sociedad. Pero no pudo resistir la tentación, y buscó un desliz pasajero en otra cama. Él creía haberlo ocultado a la perfección: de día acompañaba a su esposa; de noche, compartía momentos apasionados con su amante. Lo que ignoraba era que Elena García solo esperaba en silencio. *** Mientras él vivía su ‘luna de miel’ con la amante, Elena tramitaba el certificado de defunción. Cuando él regresó de ver a su amante, Elena le entregó el acuerdo de divorcio como regalo. *** Finalmente, un mes después, Elena desapareció por completo del mundo de Luis. Al ver el certificado de defunción y el acuerdo de divorcio, Luis se derrumbó de rodillas en la morgue, sollozando sin poder contenerse. *** Él se aseguró que todos los que hicieron sufrir a Elena pagaran las consecuencias, incluso a sí mismo. Pero su Elena seguía muerta. *** Tiempo después, ellos se toparon por casualidad en una cena de gala. Para entonces, Elena ya era una diseñadora de fama internacional. Él se arrodilló desesperado para suplicar el perdón de Elena. Pero Elena García ni siquiera le dirigió una mirada. —Señor Martínez, ¿acaso nos conocemos?— dijo ella. *** Una noche, Luis no pudo contenerse y la llamó. —Elenita, me equivoqué, ¿me das una oportunidad?— suplicó con humildad. Pero al otro lado de la línea se escuchó la voz de un hombre. —Cariño, tu ex está escuchando... ¿Segura que quieres seguir?— dijo ese hombre.
View MoreElena sintió que la sangre le subía por todo el cuerpo, un frío que le helaba el alma, pero aún así forzó una sonrisa amarga y dijo:—¿Ah, sí? ¿Y quién es el papá de ese niño? Un día de estos tráelo para conocerlo…Laura sonrió como si nada y dijo:—Encantada, se lo comento. La verdad, se parece bastante al señor Martínez: atento, cariñoso. Él me cuida, igual que a mi familia. Deja el trabajo para acompañarme en mi cumpleaños. Y hasta me prepara regalos con un año de anticipación.Cada palabra era un cuchillo que le desgarraba el pecho, una tras otra, dejando el corazón de Elena hecho pedazos. Ella sonrió amarga, los ojos abiertos de par en par, solo para que las lágrimas no se le escaparan en la cara.—¿De veras…? —murmuró Elena, perdida.—Claro que sí —contestó Laura, brillando de felicidad.La cara de Luis se endureció. Agarró la mano de Elena con fuerza, le lanzó a Laura una mirada helada, la voz tan fría que cargada de advertencia, como si cada palabra cortara el aire:—Me temo qu
Luis entró al ascensor, sin saber si había escuchado bien o no, pero igual le lanzó al Secretario Morales una mirada tan fría como un cuchillo y dijo:—¡No me vuelvas a mencionar nada de ella!El secretario Morales tragó saliva y se quedó callado.***Luis bajó y compró un atole de avena y un caldo de fideos, además de unos fideos caseros sencillos para que Elena y su padre comieran algo. Antes, a Elena le encantaba ese tipo de fideos, siempre se los comía con una sonrisa. Ahora, ni los miró: seguía a lo suyo, con una voz ni fría ni cálida, distante:—Déjalos ahí. No tengo hambre. Ya es tarde y aquí no hay camas de sobra, mejor vete a tu casa.Luis sabía que ella estaba enfadada, así que bajó el tono, hablándole casi con humildad:—Déjala reposar un poco y luego comes. Como no tienes buen estómago, al menos prueba algo. Descuida lo de la abuela, los especialistas me han dicho que como tarde despertará mañana... No vaya a ser que cuando ella abra los ojos, tú estés agotada. Eso sí que m
—¿Y tú, Luis? ¿Dónde estabas en ese momento? —Elena lo encaró con la voz firme y cortante.Luis se sintió completamente desarmado bajo esa mirada; la seguridad con la que minutos antes la había interrogado se desvaneció por completo. En su cabeza solo resonaba un pensamiento: ¿Por qué demonios escuché las mentiras de Laura y me quedé con ella? Sí, fue su error. Quiso creer que después del cumpleaños de la vieja aún le daría tiempo de llegar... pero ¿cómo iba a imaginar que justo pasaría una emergencia?Su esposa corriendo sola por un hospital, y él… bebiendo, celebrando, entregado a otra mujer.Abrumado por la culpa y la impotencia, Luis la rodeó por los hombros y murmuró palabras de consuelo:—Sobre lo de la abuela, ya pedí a los médicos que se encargaran de todo. Es mi culpa, el trabajo me retrasó. Sé lo que pasó en la cena de cumpleaños y te lo compensaré. Esa gente criticona, yo me encargaré de ponerles fin...¿Trabajo? Otra mentira más. Elena soltó una risa amarga por dentro. Ni
Elena sintió cómo un brazo fuerte le sujetaba con firmeza el antebrazo. Una voz grave y profunda la alcanzó en medio del mareo:—¿Estás bien?Ella tenía una bajada de azúcar; la vista se le nublaba y las piernas no la sostenían. Sintió que todo su cuerpo se desmoronaba, y se apoyó en él, sin poder mantenerse en pie.Los ojos de Sebastián se oscurecieron. La mano que descansaba en su hombro dudó apenas unos segundos, luego descendió hasta la curva de sus rodillas y, con un gesto decidido, la alzó en brazos. Caminó hacia unas sillas en el pasillo, sujetándola con la misma seguridad con la que se protege un tesoro.—¿Llevas azúcar o algo en el bolso? —preguntó él en voz baja, inclinándose sobre su rostro pálido.Elena parpadeó, tratando de enfocar. Cuando distinguió con claridad quién era, la vergüenza le recorrió la piel. Su voz salió entrecortada:—S-señor Castillo, yo... gracias, pero... puede bajarme ya.Sentirse en brazos de él era demasiado íntimo.Sebastián apartó la mirada de su r
Elena tambaleó, a punto de caer. Agarró la bata del médico y dijo entrecortada:—Soy la esposa de Luis Martínez, Elena García, y mi abuela debería ser trasladada a la habitación privada de cuidados especiales de la familia Martínez.La habitación de cuidados especiales cuenta con el mejor equipamiento médico, y además los médicos asignados son los de mayor prestigio. Bajo cualquier punto de vista, siempre es mejor que la abuela esté allí que en una habitación normal.El médico se quedó un instante en silencio; claro que sabía quién era ella. Pero...—Señora Martínez… esa suite ya está ocupada. No hay lugar disponible —dijo él.Elena frunció el ceño.¿Cómo que estaba ocupada? Eso era imposible…En ese momento, las enfermeras empujaron la camilla de su abuela hacia afuera del quirófano. El rostro de la anciana estaba pálido, el cuerpo debilitado hasta lo insoportable... Una crisis de corazón podía acabar con su vida en cualquier instante.—Elenita, si no hay otra opción, quedémonos en un
Desde dentro se escuchó la voz suave de Luis:—No abras los ojos todavía, voy por el pastel.Laura rió entre dientes, coqueta, y dijo:—Vale, no miro.Él le dio un beso suave en la mejilla, como si fuera una recompensa.—Así me gusta, qué obediente —dijo Luis.***El corazón de Elena volvió a romperse, como si alguien la hubiera pillado robando. Ella le entregó a toda prisa el dinero al camarero y salió de allí.De repente recordó: justo por estas fechas, el año pasado, Luis había viajado a Villa del Río por “trabajo”. Seguramente también fue a celebrar el cumpleaños de Laura. Y lo más absurdo era que ella todavía se preocupaba por si él se adaptaría al clima, le recordaba que comiera a sus horas y que durmiera bien...Elena se apretó el pecho, ahogada por el dolor.En ese instante, sonó su teléfono. Era su padre.—¡Elena, malas noticias! Tu abuela ha tenido un ataque al corazón y va de camino al hospital. ¡Ven inmediatamente! —dijo él.Elena se quedó helada, como si alguien le hubiera
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