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Cuando me tuviste, no me viste
Cuando me tuviste, no me viste
Author: Tali Flor

Capítulo 1

Author: Tali Flor
El sonido del bastón golpeando el suelo se detuvo de golpe. César levantó la mirada y me examinó con sus ojos profundos.

—¿Estás segura?

—Ya le he dado demasiadas oportunidades —respondí, encogiéndome de hombros—. A la tercera va la vencida, ¿no? Si ya ha pospuesto la boda tres veces por la misma mujer, está claro que él y yo no tenemos futuro. ¿Para qué seguir insistiendo?

César sonrió ligeramente y arqueó una ceja.

—Si lo tienes claro, empiezo a organizar todo. Una boda del Grupo Santos va a dar de qué hablar, eso tenlo por seguro. —Hizo una pausa antes de añadir con determinación—:En dos semanas, todo el país sabrá quién es la esposa del heredero del Grupo Santos.

Lo miré, percibiendo la seriedad detrás de sus palabras.

—No te preocupes —respondí firme—. La familia Fonseca va a estar con el Grupo Santos. No vamos a ser una carga para ustedes.

César me miró con una sonrisa pícara.

—No lo hago por el Grupo Santos.

Al llegar a casa, comencé a empacar mis cosas rápidamente. Un momento después, Nelson entró, sorprendido, pero pronto soltó una risa burlona.

—Paula, ¿otra vez con esto? ¿Cuántos años tienes, que sigues con la misma táctica de huir cuando discutimos? ¿Tan desesperada estás por casarte? Ya te dije que solo fue una coincidencia. No significa que no me vaya a casar contigo.

Se le notaba la impaciencia en la voz, pero yo seguí guardando mis cosas, sin mirarlo.

—¿Quién dijo que voy a huir? Solo estoy organizando mis cosas, quiero deshacerme de algunas.

«Y de ti también», pensé.

Nelson, apoyado en la puerta, sacó un cigarro de forma despreocupada.

—Ah, entonces aprovecha y libera el cuarto de huéspedes. Ivana se va a quedar aquí por un tiempo; está cerca de su galería y le queda más cómodo.

Asentí con calma.

—Perfecto, mañana mismo ordeno esa habitación. ¿Hay algo más que necesites?

Nelson se detuvo un momento al encender el cigarro, sorprendido por mi respuesta tan tranquila.

—Amor, sé que últimamente no he estado muy pendiente —dijo, con un tono distinto, más suave—. ¿Te gusta la marca X para el anillo de bodas, no? Te compro otro para que puedas ir alternando. Apenas termine la exposición de Ivana, te lo compensaré.

Sentí un nudo en el estómago, pero traté de mantener la voz calmada.

—No hace falta, estoy bien. Tengo muchas cosas que organizar todavía.

No preguntó cómo podía tener tantas cosas que ordenar, siendo yo tan minimalista, sino que, simplemente, satisfecho con mi respuesta, añadió:

—Por cierto, la sala de estudio sería ideal como taller de pintura. Tiene una luz excelente. Esos documentos tuyos sobre tu investigación no necesitan tanta luz natural. Es mejor que también la liberes para Ivana.

—Tienes razón —respondí sin dejar de empacar—. Si a ella le gusta tanto, que sea exclusivamente su taller.

«Si le gusta tanto quedarse con lo mío, que se quede también con la casa y con el hombre», pensé.

A la mañana siguiente, Nelson se fue, apresurado, al aeropuerto a recibir a Ivana, sin siquiera desayunar.

Su regreso no pasó desapercibido; causó una gran sensación mediática. La famosa pintora volvía al país para su primera exposición, y las redes sociales explotaban con titulares como:

«El genio financiero y la artista romántica: ¿quién no querría escribir la historia de esta pareja?»

«Es difícil no admirar a esta pareja, son perfectos juntos. Se merecen todo lo bueno que les pase.»
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