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De la sombra a su luz
De la sombra a su luz
Author: April

Capítulo 1

Author: April
Al entrar en la sala de llegadas, vi a alguien sosteniendo un cartel que decía: "Sra. Del Toro".

Al fijar la vista, caí en la cuenta de que ese hombre era mi exnovio, Damián, a quien no veía desde hacía tres años.

Tres años habían pasado, y él seguía sin ofrecer ninguna explicación, ni una sola palabra de disculpa.

Allí estaba, plantado arrogantemente entre la multitud, con el brazo alrededor de los hombros de Luna, seguido por un grupo de subordinados aduladores, todos expectantes frente a la salida de pasajeros.

Uno de ellos, con vista de lince, me vio y soltó una risita burlona:

—Oye, Damián, pero si esa es la sombra que te seguía a todas partes antes. ¿Cómo se llamaba? ¿Alba…algo así?

Damián también se quedó de piedra un instante, pero rápidamente adoptó una pose de indiferencia y dijo, como si todo saliera según lo planeado:

—Ya lo decía yo. Es incapaz de vivir sin mí. Seguro que ha vuelto arrastrándose.

El grupo estalló en un coro de burlas:

—¡Alba desapareció sin decir ni una palabra, y pensábamos que tenía algo de dignidad! ¡Ahora que sabe que Damián es un alto ejecutivo en una empresa top, seguro que ha vuelto para rogarle!

—Pero, en serio, Alba, si quieres fingir un encuentro casual, al menos arréglate un poco. ¿Cómo te atreves a salir con esa ropa? ¡Parece algo que ni mi bisabuela se pondría!

—¿Acaso sin Damián no puedes permitirte ni una prenda decente? ¡Qué patética!

Ellos aún creían que yo era esa chica que llevaba maquillaje cargado y ropa atrevida, esforzándose por complacer a Damián.

Lo que no sabían era que yo había abandonado ese escenario absurdo hacía ya tres años.

Me había casado con un hombre que me valoraba como un tesoro, no como un juguete: el presidente de un conglomerado multinacional de primer nivel, Vicente.

Mi ropa casual, cómoda y holgada, estaba confeccionada a medida para mí por Vicente, pensando en la comodidad durante mi embarazo.

Y, debido a dicho embarazo, también me había acostumbrado a ir sin maquillaje.

Evidentemente, la persona a la que esperaban recibir era yo, simplemente no se habían percatado aún de mi verdadera identidad.

Al ver que permanecía en silencio, alguien que en el pasado había tenido más trato conmigo intentó sacarme de apuros:

—Alba, me alegro de que hayas vuelto. Damián no ha dejado de buscarte todos estos años, preguntando por ti por todas partes.

La sonrisa de Damián se heló en su rostro.

Para salvar las apariencias, se encogió de hombros con desdén y soltó:

—El hijo de Luna va a empezar pronto el colegio y necesita quién lo lleve y traiga. Ya basta de tonterías. Vuelve a ocuparte del niño.

Damián seguía siendo el mismo, tan arrogante y seguro de sí mismo.

Pero yo ya no era esa jovencita que solo tenía ojos para él. Al verle de nuevo, solo sentía fastidio en lo más hondo de mi ser.

Sin querer perder más palabras con ellos, estaba a punto de aclararles mi identidad cuando Luna habló primero:

—Alba, no culpes a Damián, lo hace por tu bien. Después de todo, desapareciste tres años, ¿quién sabe qué trabajos denigrantes habrás tenido que hacer fuera?

—Ahora que has vuelto en esta situación tan penosa, incluso si él te ofreciera un trabajo como su secretaria, le harías quedar mal.

—Tranquila, con solo que cuides del niño, nadie te mirará por encima del hombro.

No le respondí, arqueando una ceja, con mis manos posadas instintivamente sobre mi vientre.

Solo quería saber hasta dónde llegaban los límites de su arrogancia.

Damián, sin embargo, malinterpretó mi gesto y pensó que era por celos. Una sonrisa desdeñosa se dibujó en sus labios.

—Basta. Está claro que has vuelto con el rabo entre las piernas después de fracasar fuera. Deberías estar agradecida de que te ofrezca un trabajo.

—Ocúpate bien del niño y no montes más escenas. Debes reconocer cuál es tu lugar.

—Yo también sé que no puedes vivir sin mí. Mira, en casa hay una habitación libre, la de la empleada. Puedes quedarte allí.

Al terminar su discurso, el grupo estalló en carcajadas llenas de mala intención:

—Alba, mira cómo Damián se preocupa por ti. Te ofrece alojamiento para que no sufras fuera.

—Solo es que cuides del hijo de Luna, ¿acaso no es mejor que la vida mísera que llevabas? ¿A qué esperas para darle las gracias?

—¿Y podrá siquiera con eso? No vaya a ser que luego llore porque no puede controlar al niño.

Luna jugueteó con sus pendientes de diamantes y añadió con dulzura falsa:

—Alba, tranquila. Si el niño se porta mal y no te hace caso, yo me encargaré de reprenderle. No permitiré que pases ningún apuro.

Damián soltó una risotada y me lanzó una mirada.

—¿Qué apuros va a pasar? Hace tres años montó un drama y desapareció por una insignificancia. Ahora que quiere volver después de fracasar, es normal que asuma las consecuencias y pase por algún que otro disgusto.

Al oír eso, fruncí lentamente el ceño.

¿Todavía a estas alturas pensaba que echarme del registro civil para casarse con Luna era solo "una insignificancia"?

Finalmente lo entendí: aquel chico que se quedó una noche entera sin dormir junto a mi cama cuando sufrí un accidente de tráfico; aquel chico que, teniendo solo dos dólares en el bolsillo, los gastó todos en comprarme un pastel; aquel chico que juró ante la tumba de sus padres que siempre sería bueno conmigo... ese chico ya no existía.

Solo quedaba este caparazón vacío, patético y arrogante, que tenía ante mí.

Qué más daba.

Todo eso ya pertenecía al pasado. No valía la pena mencionarlo más.

Al fin y al cabo, pronto daría a luz a mi segundo bebé.
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