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Capítulo 3

Author: April
Ignoré el rostro de Damián, que se enrojecía por momentos, y me alejé con paso firme.

Pero antes de haber dado unos pasos, él me agarró del brazo con fuerza y preguntó con voz gélida:

—Alba, ¿qué quieres decir con que no quieres mi dinero? ¿Intentas cortar todo lazo conmigo?

Lo miré directamente a los ojos:

—Ya hemos terminado. Es mejor no tener enredos innecesarios que puedan dar lugar a malentendidos.

Pensé en Vicente, que podía ser algo celoso.

No era un hombre irracional, pero profundamente posesivo.

Si veía a otro hombre poniéndome las manos encima en público... mejor rezar por él.

Damián pareció malinterpretar algo. Miró a Luna y adoptó una expresión de haberlo comprendido todo.

—¿Estás con rabieta otra vez? Olvídalo. La empresa de los del Toro celebrará un banquete de bienvenida para Vicente en tres días. Te llevaré para que veas cómo es la alta sociedad.

—Pero tendrás que cambiarte esa ropa pasada de moda. No voy a permitir que me avergüences.

Sin dejarle terminar, lo rechacé cortésmente:

—No hace falta, gracias.

Al ser rechazado de nuevo, Damián se irritó. Rechinó los dientes con fuerza.

—Alba, tienes más carácter ahora, pero no logras sacudirte esa miseria de espíritu.

—Si no quieres venir, me llevaré a Luna. ¡No te arrepientas!

Al oír esto, los ojos de Luna brillaron. Se apresuró a declarar:

—Damián, dame la tarjeta. Me aseguraré de vestirme impecablemente. No te defraudaré.

Ya no deseaba prolongar más la conversación. Me di la vuelta para irme, dejando una última frase:

—Espero que dentro de tres días sigan teniendo tanta seguridad.

Salí rápidamente de la terminal. Solo al respirar el aire fresco exterior, la náusea que había estado reprimiendo en el estómago comenzó a calmarse.

Tres años atrás, mis padres habían arreglado mi matrimonio. Bajo la presión de que me urgía casarme, le supliqué a Damián, mi novio de siete años, que se casara conmigo, planeando hacerlo sin el consentimiento inicial de mis padres.

Damián aceptó.

Pero para mi sorpresa, frente al registro civil, no solo me encontré con Damián, sino también con su amiga de la infancia, Luna.

—El hijo de Luna necesita un apellido. Registraré mi relación con ella primero. Una vez que el niño tenga sus papeles en orden, me casaré contigo.

—Es por el futuro del niño, no le des más vueltas.

Al ver su espalda, alejándose de la mano de Luna hacia el registro civil, se me rompió el corazón.

Esa misma noche, acepté el matrimonio arreglado por mis padres.

Un mes después, me casé con Vicente. Un año después, di a luz a nuestro primer hijo. Y ahora, nuestra segunda hija estaba en camino.

Si no fuera por esta visita a mis padres, nunca habría regresado a este país, y nunca me habría vuelto a encontrar con Damián.

...

Tres días después, con un maquillaje sutil y un conjunto cómodo y holgado, llegué sola al lugar de la recepción.

Al verme, los ojos de Damián brillaron y una sonrisa de suficiencia se dibujó en sus labios.

—Dijiste que no vendrías, pero al final los hechos hablan más que las palabras.

—Sin embargo, si quieres que vuelva a fijarme en ti, al menos aprende algo de etiqueta social. Para una ocasión como esta, se espera que uses un vestido de gala. Mira a tu alrededor, ¿quién más lleva pantalones?

Ignoré su arranque de arrogancia e intenté esquivarlo para dirigirme a mi asiento.

Pero él me interceptó, molesto:

—Alba, ¿estás sorda? Te estoy hablando. Nuestros asientos están aquí, junto a la entrada. ¿Adónde crees que vas?

Liberé mi brazo de su agarre y respondí con frialdad:

—Ese es tu asiento. Mi asiento está allí.

Siguiendo la dirección de mi dedo, Damián miró hacia la mesa principal, el lugar de honor del salón de banquetes. Su rostro palideció de rabia al instante.

Luna me lanzó una mirada que podría matar y señalándome, gritó para que todos oyeran:

—Alba, ¿cómo te has colado aquí? ¡Y encima te atreves a llevar esa falsificación de la pulsera de la Sra. del Toro! ¡Has venido a sabotearlo todo!
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