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Capítulo 8

Author: Esteban Selvas
Después de aquel día, mi mundo por fin volvió a la calma.

La herida de bala que había recibido Lucian era grave, pero, gracias al cielo, se recuperó bien. Durante su estancia en el hospital, nome separé de él en ningún momento; igual que había hecho tantas veces con Victor… pero también diferente.

Cuando Lucian estaba inconsciente, me tomaba de la mano de manera instintiva, como si incluso en sueños quisiera asegurarse de que seguía ahí. Y el día que despertó, lo primero que preguntó fue si yo había tenido miedo. Nunca mencionó a Victor ni mi pasado, sino que permaneció a mi lado, tranquilo, como si quisiera sacarme, poco a poco, de aquella pesadilla de siete años con su paciencia y ternura.

Por primera vez en la vida, comencé a pensar que tal vez podía permitirme vivir una nueva vida… una mucho mejor. Incluso, creí que Victor finalmente comprendería mi determinación y no volvería a parecer.

Pero, media luna después… en una noche lluviosa, apareció una vez más… Sin embargo, esta
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    Después de aquel día, mi mundo por fin volvió a la calma.La herida de bala que había recibido Lucian era grave, pero, gracias al cielo, se recuperó bien. Durante su estancia en el hospital, nome separé de él en ningún momento; igual que había hecho tantas veces con Victor… pero también diferente.Cuando Lucian estaba inconsciente, me tomaba de la mano de manera instintiva, como si incluso en sueños quisiera asegurarse de que seguía ahí. Y el día que despertó, lo primero que preguntó fue si yo había tenido miedo. Nunca mencionó a Victor ni mi pasado, sino que permaneció a mi lado, tranquilo, como si quisiera sacarme, poco a poco, de aquella pesadilla de siete años con su paciencia y ternura. Por primera vez en la vida, comencé a pensar que tal vez podía permitirme vivir una nueva vida… una mucho mejor. Incluso, creí que Victor finalmente comprendería mi determinación y no volvería a parecer. Pero, media luna después… en una noche lluviosa, apareció una vez más… Sin embargo, esta

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    Al oír de labios de Queenie que ambos me habían perdonado, no pude evitar soltar una suave risita, apenas un suspiro… pero que fue suficiente para que el rostro de Victor se ensombreciera una vez más.—¿De qué te ríes? —preguntó entre dientes.—De mí misma, Victor —respondí, alzando la mirada, mientras la sonrisa se desvanecía en mis labios—. Me río porque me tomó siete años darme cuenta de quién eras en realidad. —Di un paso al frente y lo miré directo a los ojos—. Dices que soy tu pareja, ¿verdad? Pero, ¿acaso no recuerdas el día de San Valentín? Me dejaste esperando en casa toda la noche solo porque ella te dijo que se sentía sola. Ese día, ¿era tu «amante»?»¿Y cuando me atacaron y terminé herida en una cama de hospital? Me prometiste que te vengarías del traidor, pero… en lugar de eso, te marchaste a Glorian con ella a ver un desfile de moda. ¿Acaso en ese momento te acordaste de mí? —Mi voz tembló, pero no de tristeza, sino de rabia contenida—. Y, ahora, para cumplirle su «más

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    —No es nada —le aseguré a Lynn, después de un rato—. Solo necesitaba despejarme un poco. Te llamaré más tarde, ¿sí?Dicho esto, corté la videollamada y miré el cielo tranquilo que cubría el pequeño pueblo. Por fuera todo parecía en calma, pero en mi interior… mi mente no dejaba de dar vueltas. Conociendo las tácticas de Víctor, era consciente de que encontrarme solo era cuestión de tiempo. Y, como siempre, no me equivoqué… Un mes más tarde… allí estaba. Aquella tarde, el sol bañaba todo con una luz dorada, mientras yo, ataviada con un delantal, cuidaba de una nueva maceta de hortensias frente a la tienda. El viento era suave, haciendo que el día fuera perfecto. Hasta que una fila de autos negros con los vidrios tintados se detuvo en la esquina, desentonando con la tranquilidad del lugar, como nieve en pleno verano. La puerta del auto de adelante se abrió, y de él bajó Victor, ataviado con un traje impecable y el cabello perfectamente peinado… pero había algo distinto. Sus ojos e

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    Sin mirar atrás, me fui a otro país. Conociendo el orgullo de Victor, estaba segura de que jamás me buscaría, por lo que pensé que desapareceríamos por completo el uno de la vida del otro, sin el más mínimo rastro, sin retorno…Pero una semana después, me di cuenta de lo equivocada que estaba, cuando recibí un mensaje suyo:«Vivienne, ¿dónde estás? En cuanto reflexiones, vuelve a casa. Los preparativos de nuestra boda ya están listos.»Leí cada una de aquellas palabras con extrema calma, sin prisa, antes de escribir mi respuesta.Fría. Final.«Victor, ya terminamos. Me fui, y no volveré a interponerme entre tú y Queenie.»Nunca imaginé que él me buscaría, y mucho menos después de mi respuesta. Sin embargo, sus mensajes comenzaron a llegar uno tras otros, como si realmente creyera que con palabras podría arrastrarme de nuevo a su mundo.Llenándome de paciencia, miré cómo las notificaciones llenaban la pantalla, pero no contesté, lo que hizo que comenzara a llamarme.El nombre «Vi

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    Después de aquel día, Victor no volvió a casa. Aquello no era ninguna novedad, sino todo lo contrario. Era su vieja táctica de castigarme con su silencio. Me dejaba ahogarme en mis propias dudas, en la incertidumbre, hasta que, por fin, aparecía con unas cuantas palabras dulces, y todo volvía a comenzar. Antes, yo cedía, porque aún lo amaba. Pero, esta vez… no iba a funcionar. Sin darle más vueltas, comencé a empacar mis pocas pertenencias. En la villa, todo le pertenecía a él: los muebles, los cuadros… todo; hasta el aire que se respiraba parecía suyo. Lo único que era mío eran unas cuantas mudas de ropa. Sí, mi vida entera había girado en torno a Victor Blackwood.Al día siguiente, regresé a la sede principal de la familia, para entregar mis cargos. Quería irme de una vez por todas, dejando todo atrás: poder, dinero, rango… pero, sobre todo, a él. Mi amiga más cercana, Lynn Monroe, estaba encargada del proceso, por lo que, cuando vio mi solicitud de renuncia, primero se qued

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    La expresión de Queenie estaba llena de burla, como si disfrutara de un espectáculo cuyo final ya conocía. Estaba claro que esperaba que yo me derrumbara por su culpa, como otras tantas veces antes… En nuestro aniversario, bastaba una sola llamada de Queenie para que Victor me dejara plantada y se fuera a correr autos con ella. Una vez, incluso, después de que me hirieran en una emboscada, mientras me encontraba postrada en una cama de hospital, me prometió que iría a castigar al traidor, pero terminó volando a Glorian, para acompañar a su «querida hermanita» a un desfile de modas.Aquel día perdí la cabeza: grité, lloré, supliqué… humillándome por completo. A lo que él, frío como siempre, respondió:—Basta. Queenie y yo solo somos hermanos.Ahora, al verla sonreír con esa falsa dulzura, respiré profundo y me di media vuelta dispuesta a marcharme. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, Victor, con el ceño fruncido, me sujetó del brazo. —¿En serio me seguiste hasta aquí s

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