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El Día Que Me Robaron El Altar
El Día Que Me Robaron El Altar
Penulis: Menta Suave

Capítulo 01

Penulis: Menta Suave
Mi espíritu flotaba, gélido, observando la boda que debió haber sido mía.

En el salón, todas las miradas estaban clavadas en el centro del escenario.

Mi hermana, Siena Quiroz, enfundada en el vestido de novia que me habían robado, pronunciaba sus «supuestamente» conmovedores votos junto a Iván Cerón, mi prometido.

Mientras que, abajo, mis padres, con los ojos llorosos, no dejaban de repetir:

«¡Nuestra Siena por fin es feliz!».

Entre los aplausos y vítores, los recién casados sonreían con dulzura, relatando su «romántica» historia de amor.

¡Qué encuentro tan romántico, qué sentimientos tan profundos! En su versión de la historia, yo simplemente no existía, había sido borrada como si nunca hubiera pisado este mundo.

Ese vestido de novia, que a mí me ajustaba tanto que apenas podía respirar, a Siena le sentaba como un guante, como si siempre hubiera sido para ella.

Mientras flotaba, no podía evitar sentir un frío cada vez más intenso, uno que me calaba hasta el alma.

Resulta que, desde el inicio, la que ese día se casaría con Iván nunca había sido yo.

Con razón, durante los preparativos, Iván siempre andaba en las nubes, pegado a su celular, sonriéndole a la pantalla como un idiota.

Aun así, no podía entender: si tanto la querían, ¿por qué me habían usado a mí como un maldito sacrificio?

No hacía mucho, me habían asesinado en mi propio departamento. Mis propios padres me habían amarrado las manos con fuerza e, inmovilizada, solo pude ver, aterrada, cómo un sujeto enmascarado forzaba la puerta y entraba.

A pesar de que estaba embarazada, me violó y me asesinó con una brutalidad indescriptible.

Mi muerte fue espantosa. El maldito tomó un cuchillo y lentamente me cortó las muñecas. Sentí cómo la vida se me escapaba con cada gota de sangre.

¡Ni siquiera pude gritar antes de morir! Porque mis padres, antes de largarse, para que no pudiera pedir auxilio, me habían amordazado con una toalla.

Desde que éramos niñas, mis padres siempre habían preferido a Siena. Si las dos queríamos el mismo dulce, siempre era para ella. El vestido bonito que yo deseaba, se lo compraban a Siena…

Incluso, cuando crecimos y no había dinero para la universidad de las dos, no lo dudaron un segundo y le dieron el dinero a ella, mientras a mí me decían que, si quería estudiar, me pusiera a trabajar y buscara becas.

Aunque jamás imaginé que, cuando Siena les soltó que tenía cáncer y le quedaba poco tiempo de vida, su favoritismo los llevaría al extremo de pedirme que le cediera a mi prometido.

Pero lo que terminó de romperme fue que Iván, mi novio desde la universidad, también me había traicionado.

Con el alma helada, observé, cómo esa farsa de boda llegaba a su «perfecto» final.

Cuando terminaron de levantar todo y se prepararon para su luna de miel, volví a seguirlos.

En una playa paradisíaca, Iván y Siena paseaban de la mano por la orilla, bajo un atardecer de película. La luz dorada de aquella hora del día los bañaba por completo, mientras la brisa marina les acariciaba los cabellos.

En ese momento, Siena se colgó del cuello de Iván y se fundieron en un beso apasionado.

La gente alrededor los miraba con envidia; algunos incluso aplaudían y vitoreaban. Hasta mis padres, siempre tan correctos, los animaban desde un costado.

En ese instante, ¿quién se acordaría de la que habían dejado olvidada y ahora estaba muerta en aquel departamento?

¿A quién diablos le importaría si lo que hacían conmigo era justo o no?

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