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El Precio de la Traición
El Precio de la Traición
Auteur: Renato Ríos

Capítulo 1

Auteur: Renato Ríos
—¿Por qué la perra desgraciada de Michelle ha dejado de gritar?

—Señor... ¿No cree que algo le puede haber pasado? Anoche gritaba tan fuerte que daba miedo, como si la estuvieran matando...

Bruno Coudet le dio un trago a su tazón de sopa y bufó por la nariz, sin mostrar la más mínima preocupación.

—Tranquilízate, yo la conozco muy bien. Está haciendo uno de sus escándalos, como siempre. Pero esta vez sí va a aprender. Que no se le vuelva a ocurrir meterse con Lia.

El encargado miró hacia el ático con duda, y se animó a decir:

—Pero, la señora está esperando gemelos... El doctor dijo que ya era hora de llevarla al hospital...

Algo dudoso, Bruno se quedó con la cuchara a mitad del recorrido, y preguntó:

—¿En serio?

Revolvió la sopa sin ganas, con una incertidumbre en la mirada.

—Bueno, que Michelle baje y me sirva más sopa. Y, además, que venga a pedirle perdón a Lia. Hoy es el día en que se supone que dará a luz... si de verdad se arrepiente, la llevaré al hospital.

Bruno calentó una taza de leche y fue directo al cuarto de invitados.

En la cama, Liana Bastoni dormía tranquila. La cobija resbalaba por su hombro, dejando al descubierto un poco de su suave piel.

Bruno tragó saliva. Se quedó un rato mirándola, luego, con esfuerzo, giró la cara y se inclinó para besarle la boca.

Liana abrió los ojos poco a poco, bostezando y haciendo pucheros.

—Bruno, ¿otra vez vienes a molestarme?

Bruno separó las piernas para que Liana se sentara en su regazo, mientras le pasaba el dedo por la cintura, con suavidad.

—Si duermes así, ¿quién no querría molestarte?

Liana hundió la cara en el pecho de Bruno, contenta.

—Pero Michelle ha pasado tanto por tu hijo... Somos mujeres, Bruno, no puedo dejar que me uses así mientras ella está vuelta nada.

De pronto, como si algo le cayera encima, se tensó.

—Anoche Michelle gritaba horrible... ¿Será que ya está pariendo? Ay... me dolió oírla, pero, qué envidia, ¿no te parece? Tener un bebé tuyo, aunque duela muchísimo, sería lo más hermoso que me podría pasar.

¿Hermoso?

Yo ya no soy más que un fantasma dando vueltas entre ellos.

Arriba, en el ático, todo estaba cubierto de sangre.

Las paredes tenían marcas profundas de mis uñas, mezcladas con pedazos de piel por la desesperación de salvar a mis hijos.

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