Share

Capítulo 13

Author: Mora Pequeña
Incluso Gaspar no pudo evitar mirar a Catalina, aunque sus palabras iban dirigidas a Camilo.

—Es una suerte que la Gran Consorte haya intervenido hoy. De lo contrario, no solo tú, sino incluso yo, podríamos no haber regresado del palacio.

Catalina miró al suelo frente a ella, con un ligero toque de sarcasmo en su corazón. Esas palabras iban dirigidas a ella. Mientras reflexionaba sobre ello, la voz de Beatriz llegó desde fuera.

—Padre...

Esa voz dulce y delicada transmitía un atisbo de debilidad y urgencia, como si fuera a exhalar su último aliento en cualquier momento. Catalina arrugó la frente cuando Beatriz, apoyada en Lorena, se acercó con pasos vacilantes. Al ver la sangre en el rostro de Camilo, se le llenaron los ojos de lágrimas antes de arrodillarse a su lado.

—Padre, por favor, calma tu ira. Cof-cof...

Antes de que pudiera terminar, Beatriz fue presa de una violenta tos. Gaspar, abrumado por la lástima, apenas podía permanecer sentado. Le dijo a Lorena:

—¡Rápido, ayúdala a levantarse!

Incluso Teresa, que había estado cuidando de Camilo, se adelantó inmediatamente para ayudar a Beatriz a levantarse.

—Aún no te encuentras bien. ¿Qué hacías aquí?

—Yo... oí que padre iba a castigar a Milo —dijo entre lágrimas—. Yo... sé que Milo debe de haber causado algún problema para que padre esté tan enojado, ¡pero él no es un imprudente! ¡Seguro que tenía sus razones! Por favor, padre, por mí, perdónalo esta vez...

Sus palabras tocaron la fibra sensible de Gaspar y Camilo.

Este se sintió profundamente conmovido, pero su mirada buscó instintivamente a Catalina. Al ver que seguía con esa expresión fría, con los ojos imperturbables, su corazón se retorció como si lo estuvieran desgarrando. Bea salió corriendo a su defensa incluso estando enferma, pero ¿qué hay de ella?

Sabía que él había castigado a las criadas del palacio por ella, ¡pero ni siquiera le concedía una mirada! La ira de Gaspar se había disipado en gran medida gracias a Beatriz. Aunque seguía con la cara arrugada, dijo:

—¡Basta! ¡Que los acontecimientos de hoy sirvan de lección! —Dicho esto, se marchó.

En cuanto se marchó, Teresa hizo una señal a los sirvientes para que ayudaran a Camilo a ponerse en pie.

—¡Rápido, traigan al médico de la casa para que cure sus heridas!

El sirviente fue rápidamente y Beatriz volvió a ahogarse y toser. Teresa se apresuró a acudir en su ayuda. Catalina observaba la escena como una espectadora ajena, sintiendo que poco tenía que ver con su situación actual. Se dio la vuelta para marcharse. Sin embargo, antes de que pudiera salir del salón, Camilo habló:

—¿No tienes nada que decir?

Ella se detuvo y se volvió hacia Camilo.

—¿Qué quieres oír de mí?

Él sintió una punzada de dolor en el pecho.

—No quiero oír nada de ti, pero todo lo que he hecho hoy ha sido por ti. ¿No tienes nada que decir?

Incluso bajó la mano que cubría su herida, dejando que la sangre carmesí picara los ojos de Catalina. Pensó: no le exigía que lo apreciara como lo hacía Bea, pero si ella pudiera mostrar solo una pizca de compasión, solo una pizca... eso demostraría que sus acciones de no habían sido en vano.

Sin embargo, los ojos de ella solo mostraban indiferencia. Su mirada recorrió en silencio a los demás presentes en la sala, cada cara con la misma expresión, cada uno esperando que ella dijera algo. Palabras que todos anhelaban oír.

Sin embargo, Catalina apartó la mirada y se volvió hacia Camilo. Una leve y burlona sonrisa se dibujó en sus labios.

—Debes de estar borracho. Ni siquiera sabes si las acciones de hoy han sido por mí o para calmar esa pequeña culpa que hay en tu corazón.

—¡Catalina! —dijo Camilo, con voz aguda y decepcionada.

¿Cómo podía ser así? ¿Cómo podía? Incluso Beatriz se encontró defendiendo a Camilo.

—Catalina, Milo nunca ha actuado de forma tan impulsiva. Hoy, realmente ha sido por ti...

—Si lo hizo por mí —respondió Catalina con frialdad, con un tono amargo—, entonces la primera en ser castigada no debería haber sido las cridas de la lavandería.

Aunque no miró a Lorena, todos en la sala sabían que se qué se refería. Ella fue una de las principales instigadoras de los tres años de humillación que Catalina había soportado. Fue Lorena quien la acusó. Sin embargo, ¿qué había hecho Camilo? Había ido a castigar a esas doncellas del palacio.

¡Qué ridículo!

El pecho de Camilo se agitaba violentamente, y sentía un nudo en la garganta, ahogando la rabia que ardía en su interior. En ese momento, Jorge Román, el mayordomo, entró en la sala llevando un gran paquete.

—Señora, la Gran Consorte ha enviado un paquete con ropa.

Jorge habló, pero no le entregó el paquete a Teresa. En cambio, se quedó junto a Catalina.

—Dice que usted tiene unas habilidades excepcionales para lavar la ropa. No confiaría en nadie más para lavar estas preciosas prendas.

Lo absurdo de esta afirmación hizo que Jorge se sintiera bastante incómodo mientras hablaba, mirando nerviosamente la expresión de Catalina. Ella lo entendió de inmediato. Esa debía de ser la solución de compromiso que Teresa había mencionado, ideada por la Gran Consorte.

Pues ¿qué noble lavaría jamás las prendas de la Gran Consorte? Humillarla era también un golpe a la reputación de la Casa del Marqués. Se volvió para indicarle a Nieves que tomara el paquete, justo cuando Jorge añadió:

—La Gran Consorte dice que estas prendas deben entregarse en el palacio a primera hora de mañana. ¡Está esperando para ponérselas!

Entregarlas a primera hora de mañana significaba que tenían que lavarlas esa noche. Catalina respiró hondo y asintió levemente antes de volverse hacia Camilo.

—Si tengo que decir algo, solo puedo darte las gracias por este paquete.

Gracias por hacer ese viaje al palacio y asegurarle esta humillación. Con eso, Catalina se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás. Nieves se apresuró a seguirla, apretando el paquete contra su pecho, sin atreverse a decir una sola palabra.

Solo al regresar al Patio de las Azucenas, ella le ordenó que fuera a buscar agua. Aferrándose al paquete, Nieves dijo:

—Señorita, hoy ya pasó frío. Debería acostarse temprano. ¡Yo lavaré esta ropa!

Aunque había bebido té de jengibre y se había dado un baño caliente, el resfriado se había apoderado de ella. Con la señorita Beatriz tan enferma, ¿cómo iba a salir Catalina ilesa? Esas prendas no eran para que las lavara su señorita, ¡ella necesitaba descansar!

Sin embargo, Catalina le arrebató el fardo de los brazos.

—La Gran Consorte dice que no descansará tranquila a menos que yo lave estas prendas. Ya has visto cómo están las cosas; si no las lavo, es probable que mañana haya más problemas. Ve ahora y trae agua fría.

Esas preciosas prendas no podían soportar el agua caliente; si se estropeaban, sería un problema terrible. Nieves se quedó clavada en el sitio, mirando a Catalina, con una sensación punzante en la nariz. Ella la miró con desconcierto.

—¿Qué pasa?

—Señorita... —Comenzó Nieves, con lágrimas cayéndole por las mejillas—. Son tan crueles. ¿Cómo pueden apuntarla siempre? Buah...

Una vez que empezó a llorar, no pudo parar. Catalina suspiró impotente, pero no sabía cómo consolarla ni cómo responder. Ella también quería saber por qué la habían elegido a ella para ser objeto de su crueldad. ¿Era porque no era su hija biológica?

Afortunadamente, no había muchas prendas. Catalina las lavó todas antes del anochecer y se las entregó a Jorge a primera hora, dándole instrucciones de que las enviara al palacio. Inesperadamente, él le informó de que la Gran Consorte deseaba que se las entregara personalmente. Se quedó clavada en el sitio, agarrando el paquete. ¿Tenía que volver a entrar en el palacio?
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 82

    La mirada de Aurelio se posó en Nieves, alejándose por fin de la cara de Catalina.—¿Quién te crees que eres? —preguntó con frialdad, con una voz suave, pero con el peso de una roca, que hizo retroceder a la doncella sin esfuerzo.Y no se atrevió a pronunciar otra palabra. Temía que una palabra más pudiera hacer que Aurelio le cortara la lengua.Lo único en lo que podía pensar era: al fin y al cabo, estaban en la Casa del Marqués. Por muy furioso que estuviera, seguro que no le pondría la mano encima a su señorita.El hombre volvió a mirar a Catalia. La cara que una vez se iluminó de alegría al verlo se fusionó gradualmente en su mente con la expresión de miedo que tenía ante sí.Una sensación peculiar brotó en su interior, cada vez más intensa. Arrugó la frente y preguntó en voz baja:—¿Vienes a mí o voy yo a ti?Parecía estar utilizando esa pregunta para recuperar su dominio sobre ella. Sin embargo, Catalina permaneció clavada en el sitio, inmóvil. No entendía la pregunta, pero sabía

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 81

    Beatriz, que seguía mirando atrás a cada pocos pasos, fue testigo de esa escena. Sus ojos se abrieron con sorpresa, completamente desconcertada por el motivo de ese abrazo repentino.La voz de Nuria resonó en su mente. Había dicho que Catalina estaba tratando de seducir a Aurelio...¿Así que Catalina la había mandado lejos solo para distraerla y poder seducir a Aurelio?Su corazón se aceleró por el pánico. Quería correr hacia ellos y echárselos a la cara, pero... tenía mucho miedo.Las palabras del hombre en la calle Montero aún resonaban en sus oídos. Entendía perfectamente sus intenciones. Temía que, si los enfrentaba, se parecería a esas esposas no amadas de los libros de cuentos.Temía que él se pusiera del lado de Catalina, protegiéndola tal y como la había protegido a ella momentos antes.Si eso ocurría, ¿no se invertirían por completo las posiciones que ella y Catalina ocupaban en el corazón de Aurelio?¡No, no permitiría eso!Podía permitir que Catalina ocupara un lugar en el c

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 80

    Aun sabiendo que Catalina intentaba provocarla, no podía seguir callada. Aunque Milo le sugirió que fingiera desmayo, si él escuchaba eso, ¡se entristecería!¡No podía soportar que su hermano la malinterpretara! Respiró hondo y dijo:—No hay necesidad de tanta provocación. ¡Me arrodillaré ante el altar! Reconozco sinceramente mi error. Aunque la abuela se niegue a verme, ¡debo ofrecerle mis disculpas!Con eso, se arrodilló en dirección al patio de la anciana, con la voz suave y temblorosa por las lágrimas.—Abuela, sé que me equivoqué. No volveré a enojarte. ¡Por favor, perdóname!Con eso, se postró tres veces ante el patio de la anciana. Se emocionó a sí misma, pues estaba con los ojos llenos de lágrimas.Catalina se preguntó si se creía que era la mejor nieta del mundo... En su opinión ¡solo estaba haciendo el ridículo!Felisa estaba descansando y, aunque estuviera despierta, no podría haber oído sus débiles llantos.Entonces, ¿para quién era esa actuación?¿Para ella o para Aurelio?

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 79

    Con la protección de Aurelio, Beatriz parecía aún más afligida. Se acurrucó detrás de él, sin siquiera asomar la cabeza.Catalina ya no pudo contenerse y murmuró una maldición entre dientes. Una ola de irritación la invadió y dijo con frialdad:—La abuela no desea verte. Será mejor que te vayas.Ya fuera animada por el respaldo del general o no, la joven se dirigió a Catalina con una rebeldía inesperada. Asomándose por detrás de él, la desafió.—Tú no eres la abuela. ¿Cómo sabes que no quiere verme?La expresión de Catalina se ensombreció al instante. Instintivamente, dio un paso hacia la otra, con voz gélida, dijo:—¿De verdad has olvidado lo que hiciste?Cuando ella se acercó, Beatriz recordó al instante el terror del día anterior, cuando la había inmovilizado en el suelo y la había golpeado. Se escondió detrás de Aurelio, agarrándose a su abrigo con tanta fuerza que todo su cuerpo parecía temblar.—Yo... he venido expresamente para pedir perdón a la abuela.Sintiendo que la chica de

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 78

    —No es necesario. —La detuvo con un gesto de la mano. Arrugó la frente mientras abría lentamente los ojos. Una vez que recuperó la claridad, añadió—: Debo de haberme levantado demasiado rápido. No es nada grave.Ya le había pasado antes en la lavandería; bastaría con sentarse un momento. No era nada grave.Nieves seguía preocupada.—Pero si acaba de sufrir un golpe tan fuerte, ¡deberíamos llamar al médico para que le eche un vistazo!Catalina se levantó lentamente y sonrió a Nieves.—Puede que esté con la abuela. Vamos primero allí a ver.La doncella consideró que tenía razón y asintió con la cabeza, adelantándose para ayudarla a salir.Sin embargo, su ama pensaba que ella estaba exagerando; ella podía arreglárselas sola.Una vez que salieron del patio, le indicó a Nieves que la soltara.El Patio de las Azucenas se encontraba al oeste de la casa, mientras que el Patio de las Camelias estaba hacia el este. El patio de la anciana ocupaba el espacio entre estas dos fincas.Además, Nieves

  • El remordimiento de todos aquellos que me abandonaron   Capítulo 77

    Al día siguiente.Cuando Catalina se despertó, la herida de la cabeza le dolía aún más que el día anterior.Tanto que se sentía aturdida y agotada.Nieves, sin embargo, parecía bastante animada. Después de ayudarla con su aseo, le sirvió el desayuno.Catalina se obligó a mantenerse animada, no queriendo causar ninguna preocupación a su criada. Solo después de preguntar por el estado de Felisa y saber que estaba ilesa, se relajó y comenzó a desayunar.Por el rabillo del ojo, notó que su doncella dudaba de algo, como si quisiera hablar, pero se contuviera. Así que, dejó los cubiertos sobre la mesa.—Si tienes algo que decir, habla.Nieves se acercó y se dirigió a su ama.—Señorita, he oído que el joven marqués y la señorita Beatriz pasaron toda la noche arrodillados ante el altar conmemorativo. Esta mañana, la señorita Beatriz no pudo aguantar más y se desmayó.Así que eso era. Catalina volvió a tomar los cubiertos.—Bueno, es una débil.¿No podía soportar arrodillarse una noche? En la l

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status