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La Sirvienta Que Robó Mi Corona
La Sirvienta Que Robó Mi Corona
Autor: Bagel

Capítulo 1

Autor: Bagel
Cuando colgué, Scarlett irrumpió en mi despacho privado sin siquiera tocar a la puerta.

—¿Con quién hablabas por teléfono? Parecía la voz de un hombre.

La provocación de la sirvienta llamó la atención de otros empleados que estaban afuera, quienes comenzaron a cuchichear entre ellos.

—Rocco acaba de irse de aquí furioso por tu culpa. ¡Más te vale que no lo estés engañando!

Miré a Scarlett a los ojos.

—¿Quién te crees para hablarme así en la finca de los Falcone? Mentir en esta casa tiene consecuencias.

Scarlett se puso una mano en la cadera y se burló.

—¿Te atreves a decir que miento? ¿Por qué no esperamos a que regrese Rocco y vemos a quién le cree él?

Le lancé una mirada asesina y me di la vuelta para irme, pero me agarró de la muñeca. Se acercó a mi oído y me susurró con un tono amenazante:

—Te lo advierto. Sé lista y deja a Rocco. ¡Su corazón ya es mío! Si sabes lo que te conviene, te irás con las manos vacías. Porque si soy yo la que te saca de aquí, te aseguro que no te va a ir tan bien.

El descaro de la gente miserable nunca dejaba de sorprenderme. Como si una sirvienta pudiera hacerme algo.

Cuando intentaba zafarme para irme, se arrojó por la escalera de caracol. El momento que eligió fue perfecto.

Rocco entró en ese momento. Parece que la había subestimado.

Un golpe, seguido del débil grito de Scarlett, captó su atención.

—Rocco, ayúdame…

Él me empujó a un lado sin siquiera mirarme, haciéndome tropezar cuando pasó a un lado de mí. Ni siquiera preguntó qué había pasado. Dio por hecho que todo era culpa mía.

—¿Qué estás haciendo? ¿Cómo puedes ser tan cruel?

Tropecé y me golpeé contra un pilar de mármol tallado. La sangre empezó a escurrir de una herida en mi frente. Sosteniéndome la cabeza, todavía mareada, no tuve tiempo de defenderme antes de que Scarlett me comenzara a acusar llorando.

—Rocco, la señora Falcone me dijo que ordenara los archivos de la familia en el piso. Como me tardé un poco, ¡me empujó! Me duele mucho el vientre. ¿Crees que nuestro bebé esté bien?

Él se preocupó por ella, y se tragó la patética actuación que estaba montando. Ignoró la sangre que me escurría por la frente y la marca rojiza de una mano en mi mejilla.

Rocco se arrodilló junto a Scarlett, preocupado y dijo con la voz tensa por una urgencia que nunca antes le había escuchado:

—¿Dónde te duele? Voy a llamar al doctor de la familia. No te preocupes, nuestro bebé estará bien.

Scarlett se recargó en su pecho, pero clavó en mí una mirada burlona que no podía ignorar.

—Es mi culpa. Ni siquiera puedo hacer bien algo tan sencillo. La señora Falcone ha estado bajo mucho estrés últimamente, trabajando tan duro por la familia. Debí haber sido más comprensiva. Si esto la hace sentir mejor, vale la pena sufrir un poco. Solo me da pena por mi bebé...

—¿Estar estresada le da derecho a agredir a una embarazada?

Rocco se volteó hacia mí, con una mirada de decepción.

—¿Cuándo te volviste tan despiadada?

Me toqué la frente húmeda y las yemas de mis dedos se mancharon con sangre tibia.

En cinco años de matrimonio, yo me había encargado de las batallas legales de la familia y había cuidado de su madre mientras agonizaba. Legal o no, le había entregado mi dinero, mi energía, mi vida entera. Y al final, lo único que obtuve a cambio fue que me llamara despiadada.

—Yo no la empujé.

Luché por mantener la voz firme, por reprimir el ardor en mis ojos.

—Las cámaras de seguridad de la escalera lo grabaron todo. Revisa el video y verás la verdad.

La cara de Scarlett palideció. Se aferró al saco del traje de Rocco.

—Rocco, yo ya perdoné a la señora Falcone. Mejor dejemos las cosas así. Es una tontería, no hay necesidad de revisar las cámaras. No le convendría a la familia que esto se supiera...

Rocco se levantó lentamente y me miró desde arriba.

—No me importa lo que se vea en la grabación. Yo vi lo que hiciste. Pídele una disculpa a Scarlett. Ahora.

No pude evitar reírme. ¿Que lo había visto? Estaba mintiendo descaradamente.

Sabía que no me defendería, pero aun así me partió el corazón y mi voz comenzó a temblar.

—Rocco, ¿en serio vas a distorsionar la verdad de esta manera?

—Sé quién está distorsionando la verdad. Scarlett es dulce e indefensa. No se atrevería a tenderle una trampa a la señora de esta casa. Pero tú... Tú siempre la has despreciado.

Al mirar al hombre que había amado durante ocho años, y con quien estuve casada cinco, me pareció un desconocido. Pero ya no importaba. Ya estaba decidida a irme.

Estaba bien. Iba a ceder. Ya no tenía energía para seguir peleando.

—Lo siento.

Al escuchar mi rápida disculpa, Rocco se detuvo un segundo; un rastro de algo más suave cruzó su cara. Pero Scarlett tiró de su manga, con voz débil y suplicante.

—Todavía me duele mucho. ¿Me ayudas a ir a mi cuarto?

Su momento de vacilación se desvaneció mientras la ayudaba a levantarse con cuidado y se la llevaba. Me quedé apoyada en el pilar durante un largo rato, hasta que la sangre de mi frente se secó formando una costra oscura.

Tres horas después, recibí un mensaje de texto.

“El señor Falcone transfirió 5 millones de dólares de su cuenta.”
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