Share

Capítulo 3

Author: Palomita
El hijo que había llevado en mi vientre por nueve meses, soportando las náuseas y el malestar, al que había dado a luz con esfuerzo, murió ante mis ojos.

Ese pequeño tesoro que dormía tranquilo frente a mí, que corría a mis brazos sonriendo y me llamaba «mamá», ahora tenía el rostro azulado, una clara marca de estrangulación en el cuello y ningún aliento de vida.

Intenté buscar algún rastro del alma de Manolo a mi alrededor, pero no encontré nada.

Luciana soltó un grito y se refugió en los brazos de José, como si hubiera sufrido un terrible shock.

—José, ¿crees que Manolo nos guarde rencor? —preguntó, con voz temblorosa—. ¿Vendrá a buscarnos?

José, con expresión sombría, evidentemente sorprendido de que su hijo, quien siempre lo evitaba, se hubiera suicidado, ordenó:

—Mayordomo, comunica que el hijo adoptivo del Grupo Ocampo falleció por una enfermedad repentina, a pesar de los esfuerzos médicos.

Sin embargo, un momento después, pareció reconsiderarlo y lo detuvo:

—Espera, no es necesario anunciar nada. Que lo envuelvan en un costal y lo entierren. Como si nunca hubiera tenido un hijo.

Me volví bruscamente hacia José, incapaz de creer lo que escuchaba.

Ya era bastante malo que no reconociera a Manolo como su hijo, ¿pero ahora ni siquiera le daría una tumba digna? ¿Simplemente ordenaba que lo enterraran sin más?

El mayordomo, visiblemente impactado, miró fijamente a José sin decir palabra por un largo momento.

—¡Ve ya! ¿Por qué me miras así? ¡Si no quieres trabajar, lárgate de una vez!

Como si hubiera tomado una gran decisión, el mayordomo exhaló profundamente, se quitó las llaves del cinturón y las dejó suavemente en el suelo.

—Señor, lo vi crecer desde niño, igual que a Manolo —dijo con suavidad—. En tiempos difíciles, cuando usted estaba en la ruina, fue la señora quien lo acompañó, paso a paso. Pero, desde que Luciana regresó, todo cambió. La señora fue encerrada por usted en esa vaporera a alta temperatura, y ahora ni siquiera quiere darle una tumba digna a su hijo, queriendo deshacerse de él como basura… así que, perdóneme, pero no puedo seguir a su servicio.

Dicho esto, miró a José una última vez, con su figura repentinamente encorvada como la de un anciano al final de sus días.

—Tú... —comenzó a decir José.

Pero Luciana lo interrumpió, aterrorizada:

—José, debemos deshacernos rápido de él. ¡Dicen que los espíritus de los niños son los más vengativos! ¡Llama a alguien para que lo limpie todo!

¿Los más vengativos? Cuánto desearía ver el espíritu resentido de Manolo. Al menos, así podría ver su alma y abrazarlo una vez más.

José llamó a sus hombres de confianza, quienes envolvieron a Manolo en un costal y lo arrojaron en un cementerio abandonado. Cuando todo terminó, una aura de tensión innegable emanaba de él.

Luciana parecía aterrorizada, y, temblando, abrazó a José, diciendo, con la voz llena de miedo:

—José, después de tantos días, ¿María estará bien? ¿Por qué no la sacamos? Así podrás divorciarte rápido y podremos estar juntos sin preocupaciones.

Al mencionar mi nombre, incluso con Luciana, José no pudo ocultar su impaciencia:

—Tranquila, una persona tan aferrada a la vida como ella no moriría tan fácilmente.

«Pero te equivocaste en tus cálculos, José. No solo morí, sino que mi cuerpo se pudrió, y mi alma flota día tras día a tu lado.»

Luciana quiso decir algo más, pero la mirada feroz de José la silenció.

—María solo puede tener un hombre en su vida: yo. Incluso en la muerte, solo puede morir en mi nombre.

Me pareció absurdamente ridículo. José se permitía una relación extramatrimonial con su exnovia, pero no toleraba que su despreciada esposa tuviera cualquier posibilidad de escapar de él. Aunque él había sido el primero en ser infiel.

Por la madrugada, Luciana dormía acurrucada junto a José, con el ceño fruncido, aparentemente inquieta.

José, sin embargo, se levantó sigilosamente de la cama y, como un ladrón, se dirigió a la habitación donde me tenía encerrada. Observé el collar con el amuleto de madera de durazno que llevaba en el cuello, y sentí una profunda ironía.

En aquellos tiempos cuando su mente era extremadamente inestable, y siempre estaba aturdido, yo, preocupada, había ido al templo a conseguirle ese collar para protegerlo. Pero, en cuanto se lo di, él se había burlado de mis supersticiones y se había negado a usarlo por considerarlo feo.

Sin embargo, ahora, después de causar la muerte de su propio hijo y a punto de ver a su esposa cocida al vapor, lo llevaba puesto. ¡Qué absurdo!

Observé a José inspirar profundamente frente a la puerta, con la mano en el picaporte sin atreverse a girarlo, mientras sus piernas temblaban, como si librara una intensa batalla interna.

—¡Ah! —De repente, José retrocedió de un salto, con el rostro lleno de terror.

Un gusano blanco y gordo había trepado hasta su mano y ahora se retorcía en el dorso.

—¡María, deja de jugar con fantasmas!

Sorprendentemente, aquel insecto pareció despertar su valentía. Arrojó el gusano al suelo y lo aplastó con fuerza bajo su zapato.

—¡María, si eres lista, ven aquí ahora mismo!

Dicho esto, empujó la puerta con violencia, permitiendo que una oleada de hedor putrefacto lo golpeara en la cara.

Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 8

    José fue arrestado. A pesar de las innumerables frascos de desodorante ambiental que había utilizado, no podía ocultar el hedor que emanaba de mi cuerpo después de tantos días.Mi cadáver finalmente pudo abandonar aquella horrible vaporera, aunque debido a que José no había tomado ninguna medida especial, cuando los profesionales intentaron sacarme de la bandeja, mi carne putrefacta ya se había adherido a ella, desprendiéndose grandes trozos de piel y músculo descompuesto.Viendo a los especialistas forenses contener su malestar físico mientras cumplían diligentemente con su trabajo, sentí cierto remordimiento.Un estado tan horroroso de muerte podría causarles un trauma psicológico. Debería considerarse como un accidente laboral.Luciana y los sirvientes también fueron rescatados. Viendo el estado demacrado de Luciana, comprendí que cuando José los registró antes de encerrarlos, había pasado por alto un teléfono móvil.Fue precisamente ese teléfono olvidado lo que permitió a Luciana y

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 7

    José arrojó a Luciana al sótano, encerrándola junto a los sirvientes que conocían lo sucedido con Manolo.En aquel sótano oscuro y húmedo, hombres y mujeres inconscientes se apretujaban como sardinas en lata.Mientras veía a José cerrar sin piedad la puerta del sótano, de repente me alegré de que no tuviera tendencias caníbales.De lo contrario, ni estas personas inconscientes ni yo, que ya estaba cocida al vapor, habríamos escapado de sus manos.Después de aquel colapso emocional, José pareció activar algún mecanismo de autoprotección, volviendo obstinadamente a creer que yo no estaba muerta, que solo me escondía para evitarlo.Para encontrarme, incluso utilizó sus contactos para buscar intensamente al antiguo mayordomo.Recordé con alivio el día que vi al mayordomo subir al avión que lo alejaba de aquí.Después de toda una vida sirviendo a José, no merecía sufrir este tormento en sus últimos años.Desde que Luciana fue arrojada al sótano, José perdió completamente el interés en ella.

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 6

    En los días siguientes, José despidió a todos los sirvientes y roció enormes cantidades de ambientador alrededor de la vaporera.Su rostro mostraba una sonrisa triunfante:—¿Pensabas asquearme con ese hedor y los insectos? ¡Imposible!Los frascos vacíos de ambientador ya formaban una pequeña montaña a su lado. Incluso me preocupaba que pudiera morir intoxicado allí mismo.Aunque para él, esa muerte sería demasiado piadosa.Golpeó hasta dejar inconsciente al sirviente que había ayudado a deshacerse del cuerpo de Manolo y lo arrojó al sótano.Y a Luciana la mantenía prisionera en la mansión.Acariciaba su rostro con un afecto enfermizo:—Luciana, no temas. Cuando atrape a María, te liberaré.—La arrojaré frente a ti para que te pida perdón.—Me divorciaré de ella y nos casaremos inmediatamente. Me darás un hijo inteligente, no como Manolo.Luciana, atada de pies y manos en la cama, derramaba lágrimas de miedo mientras José las besaba suavemente de sus mejillas.Sospechaba que el estado m

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 5

    Después de muchos días, mi cadáver finalmente volvió a ver la luz, en lugar de permanecer en esa estrecha vaporera.En el reducido espacio, mi cuerpo estaba encogido, con los brazos abrazándose a sí mismo, como si así pudiera reducir la superficie expuesta al sufrimiento.La carne, blanquecina por haber sido cocida al vapor, el rostro aún mostrando vagamente una expresión de dolor, y las cuencas vacías, luego de que los gusanos devoraran mis ojos. Las larvas entraban y salían de mis fosas nasales y mis oídos, perturbadas pro la intrusión de José. José palideció y retrocedió bruscamente, aferrando instintivamente el amuleto de madera de durazno que llevaba al cuello. Su cuerpo se tambaleó, buscando algo donde apoyarse para mantener el equilibrio, pero mano tocó un puñado de gusanos blandos y viscosos. Como si se hubiera electrocutado, agitó la mano frenéticamente, mientras, con la voz entrecortada, decía:—María, ¿crees que puedes engañarme poniendo el cadáver de otra persona? ¡N

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 4

    Aunque yo no podía olerlo, por la expresión de José, sentí que el hedor era insoportablemente penetrante.La habitación, sin ventanas abiertas, estaba saturada de pestilencia, por lo que, cuando abrió la puerta, el olor lo golpeó con tal fuerza que su rostro se llenó de espanto y apenas podía mantener los ojos abiertos.—¿Por qué huele tan mal...? María, ¿qué truco estás intentando? ¡No me engañarás!«Sí, ¿por qué huele tan mal?», pensé. Solo era mi cadáver invadido por larvas de moscas, bichos reproduciéndose por montones, mientras emanaba el hedor de la putrefacción.«¿Apenas entras y ya no lo soportas?», me burlé. «Cuando abras la vaporera y veas en qué estado me encuentro, ¿cuál será tu reacción?»Aunque José intentaba sonar valiente, su mano tembló al encender la luz.En el momento en que la habitación iluminó, quedó paralizado ante la escena.En el centro de la habitación estaba la vaporera de media altura. El fuego debajo se había extinguido hacía tiempo, dando la sensa

  • La Vaporera: Así Me Mató por Ella   Capítulo 3

    El hijo que había llevado en mi vientre por nueve meses, soportando las náuseas y el malestar, al que había dado a luz con esfuerzo, murió ante mis ojos.Ese pequeño tesoro que dormía tranquilo frente a mí, que corría a mis brazos sonriendo y me llamaba «mamá», ahora tenía el rostro azulado, una clara marca de estrangulación en el cuello y ningún aliento de vida.Intenté buscar algún rastro del alma de Manolo a mi alrededor, pero no encontré nada.Luciana soltó un grito y se refugió en los brazos de José, como si hubiera sufrido un terrible shock.—José, ¿crees que Manolo nos guarde rencor? —preguntó, con voz temblorosa—. ¿Vendrá a buscarnos?José, con expresión sombría, evidentemente sorprendido de que su hijo, quien siempre lo evitaba, se hubiera suicidado, ordenó:—Mayordomo, comunica que el hijo adoptivo del Grupo Ocampo falleció por una enfermedad repentina, a pesar de los esfuerzos médicos.Sin embargo, un momento después, pareció reconsiderarlo y lo detuvo:—Espera, no e

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status