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Capítulo 2

Author: Echo
—Cariño, ¿estás segura de que quieres ir a la fiesta esta noche? —preguntó Vincent, arreglándose la corbata—. Si no te encuentras bien, puedo inventar una excusa por ti.

—Estoy bien —dije, pintándome los labios en el espejo—. Además, quiero ver tu nuevo club. He oído que tienes caras nuevas.

Las manos de Vincent se detuvieron un segundo antes de volver a su corbata.

—Nada especial. Solo personal nuevo.

—He oído que una chica llamada Carmen es muy popular.

—La verdad es que no me fijo en los nombres —dijo, girándose para besarme en la mejilla—. Vamos, vámonos. No te preocupes por las nimiedades.

En el coche, lo presioné un poco más.

—Vincent, estaba pensando que deberíamos comprar una villa en Malibú. He oído que las propiedades frente al mar son una gran inversión.

—¿Malibú? —preguntó con más fuerza—. Es demasiado lejos. La casa que tenemos es lo suficientemente grande.

—Pero he visto a muchos amigos nuestros comprando propiedades allí. Puedes conseguir una linda casa con vista al mar por unos ochocientos mil.

Vincent casi pisó los frenos.

—¿Ochocientos mil? Es una cifra muy específica. ¿Ya has estado mirando algún lugar?

—Solo estoy pensando —dije, dándole una palmadita en la mano con una sonrisa—. ¿Por qué estás tan nervioso?

—No lo estoy. Simplemente no creo que necesitemos una casa tan grande ahora mismo.

Cuando llegamos al club, le dije que quería que me diera un recorrido.

—Es solo un club, Isabella. No hay nada que ver —intentó detenerme Vincent.

—Soy la esposa del jefe, ¿verdad? ¿Tan raro es que esté mirando mi propia propiedad?

Vincent debía de tener miedo de armar un escándalo, porque no discutió.

En el pasillo que conducía a los cuartos privados, la vi.

Carmen Rodríguez. Más joven y guapa que en sus fotos. Más descarada. Llevaba un vestido rojo ajustado, su pequeña barriguita era evidente. El brazalete de diamantes brillaba en su muñeca.

El que Vincent le regaló.

—Vincent, el brazalete de esa chica es precioso. Me resulta familiar.

—¿Qué brazalete? No me había dado cuenta —ni siquiera la miró.

—¿Por qué no me la presentas? Me encantaría conocer a nuestra «empleada estrella».

—Isabella, deberíamos irnos —dijo Vincent, tirando de mi brazo, desesperado por escapar.

No iba a dejarlo escapar tan fácilmente.

Solté el brazo y le tendí la mano a Carmen, con una sonrisa amable en el rostro.

—Hola, soy Isabella Marconi. La esposa de Vincent.

Vincent no tuvo más remedio que estirar una sonrisa forzada.

—Ella es Carmen. Es una de nuestras populares... bailarinas.

Vi los celos y la amargura en sus ojos.

Pero logró esbozar una sonrisa forzada.

—Es un placer conocerla, Sra. Romano.

Mi mirada se posó en su muñeca y hablé con naturalidad.

—Qué brazalete tan bonito. Te queda bien —apenas pude ocultar una sonrisa burlona. Con su sueldo, le llevaría diez años comprarse ese brazalete.

Carmen intentó rápidamente ocultar el brazalete con la otra mano, mirando fijamente a Vincent.

—Gracias, señora...

Sus dotes de actuación necesitaban mejorar.

Fingí no ver la mirada que intercambiaron, luego lo tomé del brazo y me alejé.

Sentía la mirada de Carmen quemándome la espalda.

Bien. Entra en pánico. Enójate. Solo cometerás más errores.

A mitad de la fiesta, me disculpé para ir al baño.

Al pasar por la sala VIP, oí a Carmen al teléfono.

—El bebé está sano. El médico dijo que verá a papi dentro de cinco meses —se frotaba la barriga—. Vincent es tan bueno conmigo. Acabo de mencionar que quería un collar, y dijo que me daría el collar de la familia Marconi, jajaja... En cuanto nazca el bebé, se va a divorciar de esa vieja. Entonces seré la verdadera señora Romano.

Empujé la puerta.

Cuando Carmen me vio, su rostro se puso blanco.

—Felicidades por el embarazo —dije con una leve sonrisa—. El padre debe estar encantado.

—Sí... —le tembló la voz.

—Qué suerte tienes —aún no estaba lista para mostrar mi mano; un pequeño toque fue suficiente para que entrara en pánico—. Pero un consejo, Carmen. Las chicas inteligentes saben lo que no les pertenece. Puedes desearlo todo, pero nunca será tuyo.

Me di la vuelta y la dejé sola en el salón.

De vuelta en casa, mientras Vincent se duchaba, me colé de nuevo en su despacho privado.

Dentro de la caja fuerte, detrás del dinero y los documentos, había una pequeña caja.

Contenía el collar de diamantes de la familia Marconi, una reliquia que yo le regalé cuando nos casamos.

Lo levanté a la luz de la luna. Los diamantes proyectaban una luz fría y dura.

Vincent planeaba entregar el legado de mi familia a su amante. Esto no era solo una traición hacia mí. Era un insulto a toda la familia Marconi.

Cerré la mano alrededor del collar, sintiendo los bordes afilados clavándose en mi palma.

—Tomaste la decisión equivocada, Vincent. Y no te daré la oportunidad de arrepentirte.
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