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Capítulo 2

Author: Mónica
—Todo lo que está aquí está conforme a la ley —dijo Ariana, con firmeza. No tenía intención de aprovecharse de él.

—En cuanto al niño, no voy a permitir que viva con una persona de tu calaña —añadió, con un tono durísimo.

—Cinco años de casados y no te has ganado ni medio centavo —soltó Ignacio, sin pizca de piedad—. ¿Por qué rayos tendría yo que repartir mi dinero contigo?

—Soy yo quien cuida a Lucas y me encargo de todo en casa —respondió Ariana, tranquila.

Ignacio la miró con frialdad.

—¿Y qué?

Ariana lo observó, pasmada, sintiendo que tenía a un completo desconocido frente a ella.

—Si se te ocurre usar los bienes que adquirimos en el matrimonio para pagar el tratamiento de tu mamá, te aviso de una vez que no va a funcionar —Ignacio tiró el contrato de divorcio sobre la mesa de centro.

Ariana lo miró fijamente.

—¿Qué significa eso?

—No hay bienes gananciales —aclaró Ignacio, sin perder la calma—. Si no me crees, demanda el divorcio y llévalo a la justicia para que investiguen.

Ariana se quedó en shock un momento.

Después de unos segundos, todo quedó claro en su mente.

Desde el primer momento en que ella lo había cuestionado hasta ahora, que admitía sin pelos en la lengua que había otra, él ya se había quitado de encima todos los bienes.

Ahora entendía por qué el rastro del labial en su camisa era tan obvio.

Y su costumbre de ser tan cuidadoso para que no se le filtrara ni una foto... ¿cómo era posible que las de Paula salieran por todos lados?

Todo encajaba.

Él mismo la había dejado descubrir la verdad, solo para rematar con ese absurdo de pedirle que aceptara a una querida.

Ignacio... era de no creer lo que había tramado.

—No hace falta —dijo Ariana, ya con todo el pastel descubierto. Ignacio había atado todos los cabos con tanta precisión que no había manera de encontrarle una prueba de nada—. Firma, solo me interesa Lucas.

Ignacio firmó en el acto.

Su firma, al igual que su aspecto, era impecable.

Pero ahora, Ariana solo sentía repulsión.

A la mañana siguiente, Ariana acompañó a Ignacio a meter los papeles del divorcio en el registro civil. Durante todo el proceso, él no movió ni un dedo por detenerla, no se le notó ni un poquito de arrepentimiento ni de culpa. Su actitud fue tan indiferente como si estuviera lidiando con un desconocido.

Cuando firmaron, Ariana lo miró un momento.

No pudo evitar preguntarse cómo diablos había podido tratarla con tanto mimo y atenciones durante todos esos años sin quererla de verdad.

¿Qué sentido tenía todo lo que había habido entre ellos?

—Su solicitud de divorcio ha sido recibida —dijo el funcionario, entregándoles la copia del trámite—. Vamos a revisarla para asegurarnos de que no falte nada. Una vez aprobada, deben venir a recoger el acta de divorcio.

Ambos tomaron una copia.

Al salir del registro civil, Ariana se negó a regresar a la casa con él. Decidió ir a desahogarse con su amiga Carmen Santos.

Era un asunto demasiado importante para no hablarlo con alguien.

Cuando llegó a casa de Carmen, ella acababa de levantarse y, al ver que Ariana no estaba bien, le preguntó preocupada:

—¿Qué te pasa? ¿Por qué esa cara larga?

—Me divorcié de Ignacio —dijo Ariana con calma, aunque el corazón le dolía como nunca, sintiendo que se le desintegraba por dentro.

¿Y cómo no iba a dolerle, si la persona que más había querido le estaba haciendo semejante jugada?

—¿Qué dices?

Carmen no daba crédito a sus oídos.

—¡Pero si todos sabemos cómo te trata Ignacio! Te adora, te tiene como su joya preciosa, y jamás permitiría que te divorciaras. ¡Ni siquiera si todos en el mundo lo hicieran!

—Así es —Ariana la miró seria.

Al ver que Ariana no estaba de chiste, Carmen se sentó rápido y le pidió detalles sin perder un segundo. Ariana no titubeó en contárselo todo.

Al enterarse de la causa del divorcio, Carmen, de carácter fuerte, explotó de rabia:

—¡Maldición! ¡Ignacio es un asco de persona! ¿Cómo se le ocurre salir con semejante barbaridad?

—¿Sabía él de tu relación con Paula? —preguntó Carmen.

—Sí —Ariana sabía que Ignacio la había investigado a fondo.

—¿Lo sabía y aún así lo pidió? ¡Está loco! —Carmen seguía furiosa.

Sin pensárselo dos veces, la tomó de la mano y se levantó de un salto.

—¡Vamos! ¡Vamos a encararlo! ¡No voy a quedarme quieta hasta poner a ese tipo en su sitio!

—¿Puedes acercarte a él? —Ariana la interrumpió, con tono serio.

Carmen se quedó callada un momento. Sabía que Ignacio era un maldito, pero también era un pez gordo.

—¿Estás segura de que no tiene bienes matrimoniales? —Carmen pensó unos segundos antes de seguir—. ¿Y si te está tomando el pelo y te lo dijo solo para engañarte?

—Da igual —Ariana ya lo tenía claro.

Carmen no entendió:

—¿Cómo que da igual?

—Aunque tuviera bienes, con su carácter, no me daría ni un centavo —dijo Ariana, con desdén—. Ni hablar de lo difícil que es conseguir pruebas para un divorcio. Y si las encontrara, la mayoría serían por puras coincidencias, no algo que lo incrimine directamente.

Ir a los tribunales sonaba fácil, pero hacerlo real era todo un reto, especialmente cuando el esposo era alguien como Ignacio.

Él no iba a dejar ni rastro de su plata con Paula, ni evidencia de que convivían bajo el nombre de un matrimonio. Lo único que le quedaba a Ariana era alejarse, llevándose a su hijo, de este hombre que le había arruinado la vida.

—Si por mí fuera, ¡yo no me divorciaba! ¡Te quedas en tu puesto y te pones a disfrutar de su dineral! —Carmen, cada vez más encendida, soltó—. ¡Que Paula se quede como la otra, sin dignidad y escondida!

—¿Eso no sería justo lo que él quiere? —Ariana lo veía claro.

Carmen se quedó muda.

Tras pensar unos segundos, casi se le subió la presión.

Antes, ella pensaba que Ignacio era el hombre perfecto, alguien con principios, un hombre de clase.

Ahora, al ver la verdad, sabía que era un monstruo.

—¿Qué piensas hacer ahora? —Carmen, aún furiosa, no podía dejarlo pasar—. ¡No puedes dejar que esos dos vivan felices juntos!

—Lo primero es mudarme —Ariana, después del llanto de anoche, ya había puesto en marcha el plan de su futuro—. Cuando ya esté más estable, busco trabajo.

—¿Por qué mudarte? ¡No fuiste tú quien cometió el error! —Carmen, molesta, no estaba de acuerdo con su decisión—. Quédate ahí con Lucas. ¿Crees que se atrevería a ponerte de patitas en la calle?

—No lo hará personalmente, pero seguro encontrará la forma de obligarme a irme —Ariana ya había visto su verdadero rostro anoche.

—¡Qué hombre tan miserable! —Carmen seguía indignadísima—. ¿Cómo se me pudo ocurrir que él era un tipo decente?

Ariana agachó la cabeza, sintiendo el peso del mundo entero encima.

Antes de que todo se viniera abajo, ella pensaba que Ignacio la había sacado del hoyo, que era su salvación en medio de la oscuridad.

Ahora entendía que él no era tan distinto a su papá. Su padre los abandonó a ella y a su madre después de huir con el dinero, e Ignacio ocultó bienes y le pidió que aceptara a otra mujer en su vida.

Esos dos hombres tan cercanos, su esposo y su padre, eran extrañamente idénticos.

Carmen aún le daba vueltas a la cabeza buscando cómo ayudar a su amiga, cuando el celular de Ariana empezó a timbrar.

Al ver que era del hospital, Ariana contestó rápidamente.

—Señora Torres, el señor Cruz ha detenido los pagos de la atención médica de su madre a partir del próximo mes —dijo el médico—. ¿Le gustaría venir a hablar sobre el plan de tratamiento futuro?

—Voy enseguida —Ariana colgó sin pensarlo mucho.

Le dijo a Carmen que tenía que ir al hospital y se levantó para irse.

Cuando puso un pie en la clínica, Ignacio ya estaba esperando en la oficina, junto con el médico.
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