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Mi Cuñada Quiso a Mi esposo Una Noche
Mi Cuñada Quiso a Mi esposo Una Noche
Penulis: Carmen

Capítulo 1

Penulis: Carmen
Con una mueca de asco, tiré el juguete erótico al basurero, ardiendo de rabia.

—Grey y yo somos marido y mujer. ¡Marido y mujer! —declaré con la voz helada—. ¿Al regalarme esto, estás maldiciendo nuestra vida sexual o qué?

Scarlett negó con la cabeza de inmediato, llorando a lágrima viva, forzando una vocecita melosa que buscaba sonar inocente.

—No es eso, Keisha, de verdad... yo solo lo hice por tu bien.

Solté una risa sarcástica.

—¿Ah, sí? ¡Qué conveniente! Cualquiera que nos viera pensaría que estoy tan desesperada que necesito este aparato para sentir algo. ¡La única necesitada aquí, buscando quién le quite el antojo, eres tú!

Ese comentario le cayó como patada a Grey. Su rostro se puso negro y, fuera de sí, me gritó:

—¡Keisha, ya basta de tonterías!

Y enseguida cambió el tono a uno más autoritario:

—Pídele disculpas a Scarlett. Ahora mismo.

—¿Y por qué? —repliqué, sin ceder ni un centímetro.

Su expresión se congeló, y la voz le salió dura, como piedra.

—Scarlett está pasada de copas, lo que diga no tiene ni pies ni cabeza. ¿Por qué te pones tan delicada? Si el regalo no te gustó, simplemente se lo hubieras devuelto, pero tirarlo es una falta de respeto. Te estás portando increíblemente miserable.

Solté una carcajada seca y amarga, invadida por una sensación de impotencia total.

¡Yo era su esposa, por Dios! Pero cada palabra que decía parecía una defensa hacia Scarlett.

Nunca me había gustado verlos tan pegados, tan cómplices.

Cada vez que, con la mejor intención, le pedía a Grey que marcara un poco de distancia, él terminaba diciéndome que era una exagerada, que armaba un drama por un pelo.

Una vez, una amiga me advirtió que ellos dos estaban demasiado cerca.

Yo, con la mejor intención, se los solté en la cara a ambos: que no fueran tan cariñosos en público, que la gente ya comenzaba a murmurar cosas sobre su relación.

Pero Scarlett se sintió ofendida, tomándolo como un ataque personal. Se rompió en llanto diciendo que yo la había humillado.

Y, como siempre, Grey se puso de su lado.

Dijo que yo me dedicaba a sembrar chismes, que estaba manchando intencionalmente el buen nombre de ella.

Desde su perspectiva —el hombre ejemplar que acogía a la desamparada esposa de su hermano—, yo era la villana: la que tenía la mente sucia, retorcida, la que veía problemas donde no los había.

—Cuando mi hermano murió, me pidió que cuidara de su esposa —me repitió más de una vez—. Yo le prometí que lo haría, y voy a tratarla bien. Eres tú la que se inventa historias. En serio, Keisha, tu cabeza es un basurero.

Cada vez que discutíamos por lo mismo, yo terminaba dándole vueltas al asunto, dudando de mí. Me hacía gaslighting a mí misma: "Tal vez sí estoy exagerando, tal vez soy yo el problema..."

Y así pasaron los años. Quien más tiempo pasaba a su lado no era yo, sino ella.

Ella siempre se veía sola, frágil, pobrecita.

Pero yo sabía que esa imagen era puro teatro.

La realidad era que, a escondidas de Grey, no dejaba de provocarme.

Me rompió vestidos que necesitaba para eventos importantes, dejándome en ridículo frente a todo el mundo.

Llegó a ponerme pastillas para dormir en mi bebida, logrando que quedara completamente ida el día del examen más importante de mi carrera como diseñadora de modas.

Hasta fingía tropiezos y caídas para que pareciera que yo la empujaba.

Cada vez que intentaba pedirle cuentas, Grey se adelantaba enseguida a defenderla.

—No te hagas ideas, Scarlett no tiene mala intención —me decía—. No lo hizo a propósito.

Y la manera en que me miraba dejaba clara su molestia y decepción: para él, la única que siempre metía la pata era yo.

Por los siete años que llevábamos de relación, por todo lo que habíamos pasado, elegí tragarme el orgullo una y otra vez.

Pero esa noche... esa noche era diferente.

Era nuestra noche de bodas, y él quería irse a acompañarla a ella.

¡Fue petición suya, sí!, pero para mí se sintió como un cachetazo en toda la cara.

Ya no estaba dispuesta a seguir cediendo.

Él, sin embargo, ni siquiera se detuvo a pensar en cómo me sentía. Solo sonó cansado, fastidiado:

—Ya estuvo, vete a dormir. Mañana temprano vuelvo y estoy contigo.

Lo miré, perpleja, sin entender cómo podía decir algo así. Volví a fijar la vista en Grey, que ya sostenía a Scarlett por la cintura para que no perdiera el equilibrio.

—¿Quieres irte a dormir con ella? —le pregunté, sin poder creerlo, con la voz temblorosa.

Grey evitó mi mirada, pero al hablar, la voz le salió atropellada.

—No pienses tonterías. Scarlett está borracha, no sabe lo que dice. Voy a llevarla a su cuarto para que descanse.

Cuando vi que quería llevársela, me planté justo delante de la puerta y le bloqueé el paso.

—Grey, hoy es nuestra noche de bodas —insistí—. ¿En serio te vas a ir con ella?

Su expresión se ensombreció al instante y me quitó de en medio de un empujón.

—Ya eres mi esposa, así que compórtate. No armes una escena por unos celos tontos.

Luego se fue, llevándola en brazos con delicadeza, como si fuera un cristal frágil.

Quise correr detrás de ellos y detenerlos, pero al ver en sus ojos esa preocupación tan intensa por ella, de pronto todo me quedó claro.

El amor de ese hombre ya no era solo para mí.

Y si era así, ¿para qué seguir aferrada a un matrimonio donde el cariño ya se había echado a perder?

Era hora de soltar... y marcharme de una vez.
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