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Capítulo 5

Author: Juana
Un líquido helado resbaló desde su frente hasta su mejilla, goteando sobre su impecable vestido blanco. Nina contuvo la respiración; su pupila se achicó, y unos mechones de cabello cayeron a ocultar sus emociones.

Julio se giró hacia los presentes y habló lentamente:

—Quizás algunos no lo sepan, pero esta mujer me engañó con otro hombre antes de casarse conmigo. El mismo día de la boda huyó con su amante sin vergüenza. ¿Y ahora? La dejaron, regresó a suplicarme perdón y a pedirme matrimonio como si nada pasó. Díganme, ¿una mujer así se merece un marido?

Inmediatamente surgió un murmullo escandalizado:

—¡Dios mío, qué descaro!

—Nunca he visto a una mujer tan indecente.

—Señorita Nina, si necesita hombre, puede contar conmigo. Al menos soy más honesto que su amante.

Los murmullos de burla y risas bajaron la sala.

La familia Herrera había invertido doscientos millones en los Morales. Si retiraban su inversión, en toda la ciudad de A no habría quien rescatara al endeudado Grupo Morales sin enemistarse con los Herrera.

El rostro de Nina se tornó translúcido, de un palor casi verdoso. Sus dedos se hundieron en las palmas de sus manos, recordándole con cada pinchazo:

Nina, por tu familia, por la empresa que tu abuelo construyó, por tu hermano que saldrá de prisión con esperanzas… resiste. Aunque hoy parezca una montaña de cuchillas y fuego, debes soportarlo.

—Señor, tenemos resultados —dijo Norman desde el centro del salón, inclinándose hacia Ricardo.

Los ojos de Ricardo se oscurecieron al escuchar eso. Con un gesto, ordenó algo y Norman, tras una mirada, se retiró.

Julio volvió a hablar, desdeñoso:

—Nina, si todavía te queda un poco de dignidad, deberías irte ahora, antes de hacer el ridículo.

Nina, sin expresión, limpió el vino helado de su rostro con la mano y levantó la cabeza con resolución impecable. En tacones, descendió del escenario con pasos lentos. Entonces, una sombra la interceptó.

Se detuvo e incorporó la mirada hacia quien la bloqueaba. Era él: el hombre distinguido en silla de ruedas. Esbozó una ligera sonrisa:

—Señorita Nina, nos volvemos a ver.

Una chispa de emoción apareció en el rostro pálido de Nina. Era él… el mismo hombre de la noche anterior.

Al ver a Ricardo, Julio se sobresaltó. Apresurado, bajó del escenario:

—¡Señor Ricardo! ¿Usted ya llegó?

—¿Cómo no iba a venir si prometían un buen espectáculo? —Ricardo barrió la sala con la mirada antes de sonreírle con indiferencia a Julio— ¿Qué, señor Julio? ¿Creíste que en mi evento podrías montar tu show y mandarlo acabar cuando quisiéras?

Julio sintió un escalofrío: la sonrisa se le torció.

—¿Qué quiere decir con eso, Ricardo?

—¿Qué quiero decir? —Ricardo lo observó con la mirada filosa como águila— ¿Quién carajos te dio derecho a ensuciar mi alfombra y humillar a mis invitados en mi propio evento? Tienes un minuto para limpiar esa mancha de vino con tus propias manos.

El rostro de Julio se cayó.

—Es solo vino, puedo comprar una alfombra nueva. ¿Eso no es suficiente?

—¿Comprar otra alfombra? —la voz de Ricardo sonó divertida e hiriente, — Comparado con que saliste de viaje antes de la boda, que tu amante publicó fotos de la cama nupcial, que obligaste a la víctima a disculparse… esto es un juego de niños.

Un murmullo corrió entre los presentes:

—¿Qué? ¿Fue él quien engañó?

—¿Qué está pasando?

Julio intentó recobrar la compostura:

—Ricardo, nuestras familias son amigas de antigua. Te respeto, pero no te pases.

—¿Familias? —Ricardo soltó una risa baja, dando golpecitos con los dedos en reposabrazos—¿Qué cosa se cree la familia Herrera?—sus palabras eran frías, como un filo invisible.

—Es solo una mujer… —balbuceó Julio— ¿Para qué tensar las relaciones entre las familias por esto? —Luego, con un dejo mezquino.

— ¿O será que you… te gusta ella?
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