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Capítulo 02

Author: Chispa Viva
Del otro lado de la línea, su madre se quedó callada unos segundos antes de decir:

—Está bien, mañana tu papá y yo vamos con los Luna a hablar sobre la boda.

Yanet no pegó ojo en toda la noche.

Al otro día, tempranito, Julián no volvió, sino que simplemente le envió un mensaje, diciendo:

«Yanet, surgió un problema en el trabajo, salgo de viaje de trabajo tres días.»

Yanet ni siquiera le contestó. En cambio, compró un boleto de avión para el país A, para una semana más tarde.

Tras esto, rápidamente se puso a empacar sus cosas. Había vivido con Julián durante todos estos años, así que tenía un montón de objetos acumulados.

Como los López no andaban bien de lana, vendió por internet todo lo que pudo, y, ya entrada la noche, recibió un mensaje por redes sociales de una cuenta desconocida.

«Hola, Yanet.»

Al abrirlo, vio que la foto de perfil era una prueba de embarazo, recién confirmada, y su usuario era «Sofía Feliz».

La cuenta era nueva y privada.

No se animaba a gritar a los cuatro vientos sobre el embarazo, solo tenía agregada a una persona.

Un minuto después, Sofía le mandó un TikTok que acababa de subir, eran puras fotos de Julián con ella en las consultas del embarazo. El texto decía:

«Je, je, papá lindo, consentidor y con un montón de dinero o( ̄▽ ̄)~»

Yanet entendió perfectamente la intención, por lo que le dio «me gusta» y comentó:

«Después de que te di mi médula, te alivianaste y ahora vienes a provocarme, Sofía. ¿A qué te sabe el pan bañado en sangre ajena?»

Al día siguiente, Yanet fue a despedirse de cada una de sus mejores amigas, y, aprovechó también para entregar las cosas de lujo que había vendido.

Ya de regreso en casa, le llegó otro TikTok de Sofía.

Otra vez eran un montón de fotos, ahora de Julián comprándole ropa de maternidad de color rosa y blanca, sumamente delicada y bonita.

Yanet revisó el video anterior. Sofía había contestado su comentario con soberbia:

«Yo no te pedí que me dieras tu médula, fue Julián el que se preocupó por mí y se empeñó en que la aceptara.»

Yanet se rio con frialdad y le contestó con un simple:

«?»

Al tercer día, Yanet vendió todos los regalos que le había dado a Julián en todos esos años: más de diez camisas, zapatos y relojes.

Sofía subió otro TikTok.

Ahora era Julián apartándole lugar en una clínica de maternidad de lujo. El texto, en esta ocasión, decía:

«¿Qué le voy a hacer? ¡Nací con estrella!»

En la tarde, Julián por fin regresó, y, al ver el cuarto medio vacío y una maleta rosa que no había visto antes, frunció el ceño.

—¿Por qué está tan vacía la casa? ¿Y las camisas que te regalé? ¿Para qué compraste una maleta así, de la nada?

Yanet bajó la mirada con los ojos llorosos y se inventó una excusa rápida:

—Esas camisas ya no me gustan, así que las tiré. Y, como últimamente tengo ganas de viajar… compré la maleta. Pero ya se me pasó.

Julián pensó que seguía resentida por su ausencia durante aquellos tres días, por lo que sacó el contrato de un Lamborghini de lujo, edición limitada, que había preparado para ella y le dijo:

—He estado lleno de trabajo estos días, pero te mandé a pedir un auto increíble. Luego iremos a recogerlo.

Yanet bajó la vista hacia el contrato de compra. A diferencia de muchas mujeres, a ella no le interesaban los bolsos; lo suyo eran los autos deportivos. Y ese Lamborghini era justo el modelo que había estado viendo últimamente.

El que Julián había personalizado era negro con rosa, su combinación favorita. Incluso los asientos tenían bordado a su personaje de anime preferido: Doraemon.

Durante estos ocho años, Julián se acordaba perfecto de todo lo que a ella le gustaba. Si no hubiera oído la conversación que había mantenido con Rebeca en el hospital, en ese momento, con toda seguridad, estaría conmovida.

—Gracias.

Pero ahora ya no le interesaba, por lo que dejó el contrato a un lado. Julián, sorprendido, frunció el ceño, se acercó y le pellizcó cariñosamente la mejilla.

—¿Sigues molesta? Esta noche hay reunión. Vamos, te vendrá bien distraerte un rato.

Yanet le iba a decir que no, pero Julián ya la había tomado de la mano y la conducía hacia el primer piso.

El Bentley apenas salía del garaje cuando el móvil de Julián empezó a sonar. Era una llamada de «Mi Sofi».

Yanet no oyó bien lo que decía, solo alcanzó a escuchar:

—Julián, buaaaa, ven a rescatarme…

El apuesto rostro de Julián se tensó de inmediato. Tocó la pantalla, abrió una aplicación —quién sabe cuál— y, en segundos, tenía la ubicación en tiempo real de Sofía, tras lo cual dio la vuelta a toda velocidad.

—Olvídate de la reunión, secuestraron a Sofía, tengo que ir a rescatarla.

Julián pisó el acelerador a fondo, pasándose más de diez semáforos en rojo.

Veinte minutos después, vio que el coche negro que iba delante, entrecerró los ojos al ver que Sofía iba dentro y aceleró a fondo.

¡CRASH!

¡La parte de atrás del coche negro se hundió de inmediato!

Al mismo tiempo, ¡un cómplice de los secuestradores de Sofía le dio un golpe brutal al asiento del copiloto del Bentley!

Yanet no alcanzó a reaccionar. ¡El impacto la lanzó contra el asiento y se golpeó la cabeza! La sangre comenzó a correrle de la frente hasta la mejilla. El dolor era insoportable, como si miles de agujas se le clavaran en el cráneo, tan intenso que ni siquiera podía hablar.

Sin embargo, Julián, tras ese choque violento, ni siquiera volteó a verla. Tenía la mirada fija en Sofía, que seguía atrapada en el vehículo negro.

Tras embestirlo tres veces, el coche negro tuvo que pararse. Los secuestradores saltaron del coche y escaparon corriendo hacia el vehículo de apoyo.

Julián abrió la puerta trasera del auto, y sacó a Sofía en brazos. Por primera vez, sus ojos oscuros dejaban ver un profundo nerviosismo.

—¿Te asustaste mucho? ¿Te pasó algo?

Sofía se abrazó a él con fuerza, y, llorando, giró el rostro para enseñarle su mejilla enrojecida.

—Eran enemigos de negocios de mi papá. Solo me dieron una cachetada… no fue gran cosa.

Esa imagen revolvió el corazón de Julián, quien, lleno de rabia, gritó:

—¿Cómo que no es gran cosa? Todos estos años, aunque estuvieras lejos, siempre te cuidé, te consentí. ¿Cuándo te había pasado algo así? Y además estás embarazada. ¿Qué pasa si le hacen daño al bebé?

—Buaaa, fue tu culpa por tardarte tanto… tuve mucho miedo...

—No te preocupes, fue mi culpa. Vamos al hospital, quiero que te revisen bien.

Sin dejar de cargarla, Julián la acomodó con cuidado en el asiento trasero del Bentley, y en cinco minutos llegó al hospital, se bajó con ella en brazos y corrió a urgencias.

Durante todo ese tiempo, ni siquiera notó que Yanet seguía en el asiento del copiloto, con los ojos enrojecidos y la cabeza empapada de sangre.

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