Protegida por el Alfa Verdadero

Hace cinco años descubrí que mi compañero por tres años pasaba las noches con su amor de la infancia, y que hasta el certificado de unión que me había dado era falso. Lo dejé sin dudarlo un segundo.

Cinco años después, en un banquete, se burló de mí por mi aspecto desaliñado, pero yo solo estaba buscando en la basura un anillo de ochenta millones de dólares que mi hijo había perdido.

***

—En serio que te ves patética hurgando en la basura.

—Si le pides perdón a Bella, hasta podría ofrecerte un puesto de sirvienta. Trabajar es mejor que andar de pepenadora, ¿no crees?

Ethan me miraba desde arriba con una condescendencia insultante. El alboroto atrajo a la gente y sus miradas recorrían con asco el borde sucio de mi vestido.

—Alfa, ¿y esta quién es...?

La pregunta de uno de los invitados goteaba servilismo.

—Una vieja conocida bastante malagradecida.

Bella lo tomó del brazo con delicadeza, sonriendo con elegancia.

—Aunque en parte debería agradecerle a Aria. Si no se hubiera hecho a un lado, Ethan y yo no estaríamos donde estamos ahora.

Todos empezaron a adularlos.

—¡Qué considerado el Alfa! Tan joven y exitoso, y aun así se compadece de sus viejos amores. ¡Qué detalle!

—El Alfa y la señorita Rose hacen una pareja perfecta. ¿Es cierto que pronto habrá buenas noticias?

Bella bajó la cabeza con timidez.

—Sí, la ceremonia de unión es el próximo mes. Esperamos que todos puedan acompañarnos.

Me quedé tiesa, y mi mirada voló hacia Ethan por instinto. Él y Bella... ¿no habían hecho ya el ritual de unión?

Hace cinco años me dio ese ridículo certificado falso y, después, llevó a cabo el ritual de verdad con ella. ¿Y todavía no han tenido su ceremonia?

La expresión de Ethan se alteró por un segundo, pero se recompuso. Respondió con un murmullo despreocupado.

—¡Qué afortunado es el Alfa! ¡La señorita Rose es preciosa y toda una dama!

—¡Claro que sí! La manada Rivers está en su mejor momento y ahora se queda con semejante belleza. ¡Un triunfador en toda regla!

Los halagos parecían no tener fin. Para ganarse su favor, alguien me señaló y gritó con indignación fingida.

—¿Y esta pordiosera de dónde salió? ¿Qué hace el personal? ¡Cómo dejan entrar a gente así!

Me miré.

El pastel era enorme y el betún me había cubierto. Tenía la cara y el borde del vestido manchados de lodo, y las mangas llenas de crema. La verdad es que estaba hecha un desastre.

Me apresuré a explicar.

—Disculpen, es que se me cayó algo en la basura. En cuanto lo encuentre, limpio todo.

Alguien se rio con desprecio.

—¿Pues qué se te perdió que no lo encuentras? ¡Yo más bien creo que solo buscas reavivar las cosas con el Alfa!

—No estoy...

—¡Lárguese de aquí!

Un sirviente uniformado de la manada se acercó de prisa y me interrumpió con hostilidad.

—¡Este no es lugar para gente como usted!

Respiré hondo.

—Lo sentí aquí hace un momento. Deme un minuto más y yo...

Ese sujeto, Thomas, la interrumpió con voz chillona.

—¡Ya conozco a las mujeres como tú! Qué casualidad que no se te perdió ni antes ni después, ¿sino cuando apareció el Alfa?

Las risas estallaron a nuestro alrededor. Thomas, envalentonado, empezó a empujarme.

—¿Sabes cuánto cuesta esta alfombra? ¡Ni vendiéndote alcanzaría para pagarla!

—¡Fuera de aquí ya!

Lo esquivé y, al levantar la mirada, me encontré con la mirada indiferente de Ethan. Su voz, con el mismo tono de burla de siempre, rompió el silencio.

—Cinco años sin vernos, ¿y esta es la única forma que se te ocurre para llamar mi atención?

Casi me reí del coraje que sentía. Antes de que pudiera responder, Bella lo tomó del brazo, adoptando una actitud frágil.

—No seas así. Tal vez Aria en serio tiene problemas.

Ethan suspiró con desprecio. A Bella se le enrojecieron los ojos en el momento.

—No importa, yo perdoné a Aria hace mucho. No pasa nada si no se disculpa. Nunca me imaginé que pudiera caer tan bajo.

—Se lo tiene bien merecido, Bella. No te preocupes.

Ethan le dio una suave palmada en la mano y luego se volvió hacia mí con esa expresión condescendiente. Se me agotó la paciencia.

—¿Ustedes dos están locos o qué? Ya les dije que estoy buscando algo.

—¡Ya, ya! ¿Cuánto dinero quieres? ¡Te lo transfiero!

Ethan se burló y sacó su celular. Los invitados a nuestro alrededor soltaron risitas y algunos cuchicheaban.

—Solo di cuánto quieres y deja de hacer el ridículo aquí.

—He visto a muchas como ella, solo quieren llamar la atención del Alfa.

—Si vas a inventar excusas, al menos que sean creíbles. Ya que insistes tanto, ¿cuánto costaba esa cosa que perdiste? ¿Alguna baratija que compraste en la calle...?

—Ochenta millones.

Dije con toda calma. Ethan arrugó la frente.

—¿Qué?

—Dije que el anillo vale ochenta millones.

Me limpié metódicamente el betún de las manos.

—Este anillo fue un encargo especial que mi pareja le hizo a un artista italiano, está valuado en ochenta millones. Ya que el Alfa es tan generoso, ¿por qué no me transfiere el dinero de una vez?

Un silencio denso se apoderó del lugar. Al segundo siguiente, una carcajada explosiva estalló a nuestro alrededor.

Thomas se rio tan fuerte que se le salieron las lágrimas. Un destello de burla satisfecha cruzó los ojos de Bella mientras se tapaba la boca, fingiendo sorpresa.

—¿Cuándo te volviste así? Sé que necesitas dinero con urgencia, pero no tienes por qué llegar al punto de extorsionar a la gente.

Ethan me miró con absoluta decepción.

—Nunca imaginé que caerías tan bajo. Mira, por los viejos tiempos, te voy a transferir trescientos dólares. Para que los uses en alguna emergencia.

Empezó a sacar su celular para hacer la transferencia. Exclamó sorprendido.

—¿Por qué está congelada tu cuenta de banco?