Share

Tres años, dos noches de pasión, un divorcio
Tres años, dos noches de pasión, un divorcio
Author: Dulcecita

Capítulo 1

Author: Dulcecita
La noche fue tan intensa que Clarissa perdió el conocimiento. Se despertó una vez, solo para que la pasión continuara con la misma intensidad.

Al amanecer, Adrián la abrazaba con fuerza por la espalda, como si quisiera fundirla con él.

El corazón le latía desbocado. Se giró y lo rodeó con sus brazos, aferrándose a ese instante de felicidad.

Después de un momento, Adrián la soltó y fue a ducharse.

Con las mejillas todavía encendidas, Clarissa se volteó para observar su espalda, ancha y musculosa, marcada por los arañazos que ella le había hecho en el arrebato de la noche.

Durante sus tres años de matrimonio, él siempre estaba de viaje de negocios en Valmeria, por lo que ella había dormido sola casi siempre. Pero ahora que volvían a estar juntos, parecía tener la urgencia de devorarla.

El sonido del agua corriendo en la ducha llenó la habitación. El celular de Adrián, que estaba sobre la mesita de noche, vibró.

Dirigió la mirada hacia la pantalla, donde una línea de texto resaltaba:

“Guardé la prueba de embarazo. ¿Cuándo me vas a dar mi lugar?”

¿Prueba de embarazo?

Clarissa tomó el celular y abrió la conversación. En el chat de una mujer desconocida, apareció la foto de una prueba de embarazo.

Mostraba dos intensas líneas rojas. Jamás imaginó que su esposo, el hombre con el que tenía una relación tan perfecta y respetuosa, pudiera tener una amante y un hijo fuera del matrimonio. Las lágrimas comenzaron a brotar, cayendo sobre la pantalla que sostenía con fuerza. Todo su cuerpo temblaba. Deslizó el dedo por el historial del chat.

Era obvio que lo habían borrado; solo quedaban algunos mensajes ambiguos y sin respuesta:

La mujer:

“¡Gracias, mi amor, por volar desde tan lejos solo para verme!”

“¡Nos vemos en el lugar de siempre!”

“¡Te extraño mucho desde acá!”

Entonces, ¿durante todos esos años de viajes de trabajo, Adrián ya tenía otra familia?

Clarissa abrió el perfil de la mujer. La foto de portada era un primer plano de dos manos entrelazadas sobre una cama. Y esa mano, de dedos largos y nudillos marcados, era inconfundiblemente la de su esposo.

De pronto el sonido de la ducha se detuvo. No podía confrontarlo sin pruebas contundentes.

Cuando pensó en tomarle una foto a la pantalla con su propio celular como evidencia, la otra persona eliminó los dos mensajes más comprometedores.

Solo quedó uno nuevo:

“Regreso al país”.

***

A las afueras de la ciudad, frente a una hacienda de lujo. Clarissa observaba desde el asiento trasero de un auto con conductor.

Contemplaba en silencio cómo su esposo recibía a su amante embarazada, recién llegada al país.

La mujer era más joven que ella, llevaba puesto un sencillo vestido blanco que acentuaba su figura bella y delgada. Cuando pudo verle bien la cara, Clarissa se quedó sin aliento.

Su cara, blanca y de piel suave como una flor, se parecía demasiado a la suya. No era un rasgo en particular, sino una característica, un parecido asombroso a primera vista. Hacía falta fijarse bien para notar las diferencias.

Analizándola con detenimiento, la otra mujer era una versión más delicada. Tenía cejas arqueadas, una nariz pequeña y labios finos. Clarissa, en cambio, proyectaba una serenidad más natural, con un toque de elegancia innata.

Hasta ese momento, entendió que, para Adrián, ella no era más que un reemplazo. Sonrió con amargura. Con razón, tres años atrás, cuando sus familias arreglaron el matrimonio, a él le bastó una sola mirada para aceptar casarse.

Ahí estaba el motivo.

—Señora, ¿quiere que me acerque más?

La voz del conductor la sacó de sus pensamientos. Se mordió el labio inferior y negó.

Observó cómo los brazos de la mujer rodeaban con ternura la cintura de su esposo, y cómo sus labios rojos dejaban un beso suave en su espalda. La cara de Adrián reflejaba una dulzura que ella rara vez veía.

La mujer levantó la cabeza y le susurró algo al oído con un gesto coqueto. Al segundo siguiente, la expresión de su esposo se volvió de ternura indulgente. La levantó en brazos, sosteniendo los tacones de ella con una mano, y se dirigió hacia la entrada del edificio.

Las manos de la mujer se posaron con naturalidad sobre los hombros de Adrián, acariciándolos. Clarissa cerró los ojos, incapaz de seguir viendo, y le ordenó al conductor que se marchara.

Poco después de que el auto de Clarissa se fuera, un detective privado que la observaba desde un lugar oculto llamó a su cliente en Valmeria para informar.

—Sí, lo vio. Lo vio todo, con claridad.

***

Clarissa regresó a casa. Hoy era su tercer aniversario de bodas.

Pasó horas sentada en la sala, pero Adrián no volvía. Miró el reloj una y otra vez. Cuando las manecillas marcaron las once, se secó una lágrima.

Era lógico. Con otra mujer y un hijo en camino, quizás ni siquiera regresaría esa noche. Fue al baño. Al salir de la ducha y entrar al vestidor, vio una pijama de seda sobre la mesa.

Era el regalo de aniversario que Adrián le había enviado por la mañana. Al desdoblarla, una fotografía cayó al suelo. Ella la recogió.

Como una burla cruel a su papel de esposa, la foto mostraba a la otra mujer usando esa misma pijama, con una mano sobre su vientre abultado y una mirada desafiante.

Debajo, una nota escrita a mano:

“No te enojes, querida. Adrián dice que a mí se me ve mejor”.

Clarissa rompió la foto en mil pedazos, y luego, con la misma furia, desgarró la pijama.

¿Por qué tenía que soportar que la humillaran con las sobras de otra? Se quedó de pie, desnuda, frente al espejo.

En su cara se marcaban dos surcos húmedos que delataban su llanto. Bajo la luz de los focos, su piel pálida parecía casi luminosa. La puerta del vestidor se abrió en silencio.

Sintió que alguien se acercaba. Al voltear, una mano la rodeó y la voz profunda de Adrián resonó en su oído.

—Ya volví.

Su imponente figura llenó su campo de visión. La camisa y el pantalón de vestir negros acentuaban su atractivo. Bajo la luz, sus facciones se veían aún más definidas y elegantes.

Sintió su abrazo ardiente por la espalda, mientras una mano fuerte la sujetaba por la cintura. Su aliento cálido le rozaba la oreja, una y otra vez.

Adrián la levantó, cargándola sobre su hombro con un solo brazo. El mundo le dio vueltas, y no tuvo más remedio que aferrarse a él, entre asustada y sorprendida.

Apenas pudo reaccionar antes de que la dejara sobre la cama del dormitorio principal. Sin perder tiempo, el cuerpo de Adrián se posó sobre el de ella, con la intención de hacerla suya. Con la respiración agitada y el cabello oscuro esparcido sobre la almohada blanca, Clarissa apoyó las manos en el pecho de su esposo, su voz apenas un gemido.

—¡Adrián!

Él la miraba fijamente, como si estuviera en trance, e inclinó la cabeza para besarla, con su cuerpo tenso, listo para tomarla.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 30

    Adrián rodeó a Clarissa con los brazos, su voz apenas un murmullo sobre su cabeza.—Es un malentendido… te juro que es un malentendido.—Eres un desgraciado, Adrián. ¡Suéltame!Solo alcanzaba a ver el pecho de Adrián. La tenía inmovilizada contra la pared; no podía moverse.—¡Escúchame, por favor! Camila necesitaba aparentar eso para poder vender las joyas.Clarissa lo interrumpió, su voz cortante.—¿Lo necesitaba ella o tú? ¡Solo es un pretexto! Estás usando el negocio para conseguir lo que quieres.—Te lo juro, solo fue por el negocio. Clari, me equivoqué, en serio que me equivoqué. ¿Puedes perdonarme, por favor?Le sujetaba con fuerza las manos contra la pared y la inmovilizaba de tal forma que no podía ni levantar los pies. Sintió que la presión desaparecía. Una figura alta y familiar apartó a Adrián de un empujón y se colocó delante de ella, protegiéndola.—Te exijo que dejes en paz a mi clienta. El que tú y Camila se presenten en público como matrimonio y se traten como tal podrí

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 29

    Al escuchar esas palabras, Clarissa sintió que el aire se le iba, como si el piso hubiera desaparecido bajo sus pies y cayera en un vacío infinito. Fue un golpe duro que la dejó aturdida, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.Recordó los días que pasó en casa de sus padres. Sabía que la tristeza la estaba consumiendo y que necesitaba recuperarse. Paseó en bote con su mamá por el lago y se sentó con su papá a disfrutar del sol en el jardín; por un momento, creyó que estaba mejorando.Pero verlos juntos esa noche, presentándose como pareja, destrozó la frágil calma que había logrado construir. El dolor regresó, más agudo y brutal que antes. Se quedó inmóvil, con la voz de Adrián resonando en su cabeza.Si Camila era su esposa, ¿entonces qué era ella? Si ya no la quería, ¿por qué se aferraba a ella e impedía el divorcio? Si le había prometido que arreglaría las cosas con Camila, ¿por qué le restregaba su supuesta felicidad en la cara de esa manera? ¿Lo hacía a propósito para las

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 28

    Susurró con voz apenas audible.—No me siento bien.Adrián detuvo sus movimientos y se recostó sobre ella.—¿Qué pasó?—Creo que... estoy enferma.Adrián le tocó la cara, pero como él mismo estaba acalorado, no notó nada fuera de lo normal en ella. Supuso que solo fingía para rechazarlo. Clarissa mostró su molestia por instinto y le apartó la mano.—En serio no me siento bien. No quiero.—Solo una vez. Yo sí quiero.Clarissa lo empujó. La giró por los hombros, forzándola a encararlo. Intentó empujarlo con todas sus fuerzas, pero fue inútil. Él, en lugar de detenerse, la mordió con más violencia.Lastimada y ya furiosa, Clarissa explotó.—¡Ya te dije que no quiero! ¿No entiendes?Él la ignoró.—¡Adrián!Clarissa lo miró fijamente, con los ojos enrojecidos, conteniendo las lágrimas a duras penas.—¡Tengo fiebre! ¡Me siento horrible!El aliento de Adrián le rozó el cuello.—No te detengas. Con que sudes un poco se te va a pasar. Tú solo quédate quieta. Yo me encargo de todo.Estaba decidi

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 27

    Clarissa se espantó al ver que quien le había hablado era Adrián. No se había ido.Bajo la luz, su figura se veía indiferente y perfecta, elegante y atractiva. Era precisamente ese físico imponente lo que la hacía perder el control una y otra vez. En ese momento, su mirada era seria y amenazante, más oscura que la noche misma.Clarissa lo miró a los ojos.—Dame mi celular.Él negó.—Eres un desgraciado.El enojo de ella se convirtió en súplica.—Ya no voy a llamar, por favor, devuélveme el celular.Tampoco quería que Adrián se enterara de que Camila era hija ilegítima; le aterraba que fuera a contárselo. Él la ignoró, con el semblante endurecido, y levantó el celular. La llamada seguía activa.Acercó el teléfono a su boca.—Mi esposa no necesita que te preocupes por ella, primo.Luego, sin darle tiempo a David para responder, lo bloqueó y eliminó de sus contactos. Cuando terminó, le devolvió el celular. Clarissa se dio cuenta de lo que había hecho al ver la pantalla.—¡¿Por qué me hace

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 26

    —¿Y no quieres el divorcio porque en serio te arrepentiste? —volvió a preguntar Marcos.Adrián asintió. Marcos obtuvo la respuesta que buscaba. Con la sucesión del Grupo Orión en mente, su perspectiva se volvió más pragmática.—Como ya no hay bebé de por medio y dices que estás arrepentido, entonces ya compórtate. Deja de meterte con esa mujer. Tú y Clari ya tendrán sus propios hijos más adelante.Adrián asintió de nuevo.—Esta misma noche Clari y yo nos ponemos a trabajar en eso.A Marcos, que había tenido dos hijos en tres años, la respuesta le causó gracia.—¿Trabajar en eso? Si en eso llevas tres años y nomás nada. ¿O es que te la pasaste trabajando con la otra?Adrián soportó el comentario.—Claro que no.Clarissa sintió un alivio inmenso al saber que no había ningún bebé, pero aun así no quería saber nada de Adrián.—Hoy me quedo en casa de mis papás. Regrésate tú solo.Estaba muy preocupada por la salud de su papá. La traición a su madre y la existencia de esa hija ilegítima hab

  • Tres años, dos noches de pasión, un divorcio   Capítulo 25

    Roberto le exigió a Adrián que se deshiciera del hijo que había tenido fuera del matrimonio, presionándolo sin darle otra opción. De pronto, un silencio denso llenó la habitación.Clarissa también había considerado exigirle a Adrián que interrumpiera ese embarazo, pero nunca llegó a mencionárselo. Vio cómo la cara de Adrián se contraía de dolor, como ella había anticipado. Parecía incapaz de enfrentar la situación.—Ese niño ya no existe. Desde hace tiempo —dijo entre dientes.Tras decir aquello, Adrián la miró con un resentimiento.—¿Contenta? ¿De verdad tenías que obligarme a decirlo?Roberto tomó una taza de la mesa y se la arrojó sin dudarlo. El café hirviendo le salpicó la ropa.—¿Cómo te atreves a mirarla de esa forma? —La rabia hacía que a Roberto le temblaran las manos.Si se atrevía a tratarla así en su propia casa, rodeada de su familia, ¿cómo sería en otros lugares, donde ella no tenía a nadie que la defendiera? Fue en ese preciso momento que Roberto comprendió la verdadera

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status