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Capítulo 13

Author: Gala Montero
Era Rodrigo. Le avisaba que había una reunión esa noche y que Damián también asistiría.

Le preguntó si iría.

—Obviamente —respondió ella.

Valeria siempre había tenido una cualidad admirable: se crecía ante la adversidad. Mientras Damián no rechazara explícitamente su propuesta de colaboración, ella no pensaba darse por vencida.

Rodrigo le mandó la dirección. Valeria le echó un vistazo rápido y, sin perder tiempo, fue directo al baño. Se dio una ducha veloz, se maquilló con esmero y se puso rumbo al lugar indicado.

Bajó las escaleras con el contrato y la propuesta en mano, justo a tiempo para encontrar a su madrastra y hermanastra cuchicheando en el sofá.

—Mamá, si Pato de verdad quiere casarse con Valeria, ¿qué voy a hacer yo?

Regina dejó salir una risita burlona.

—¿De qué te preocupas, hija? Conmigo aquí, ¿qué puede pasar? Además, tú no…

—Disculpen —interrumpió Valeria, apareciendo frente a ellas—. La próxima vez que quieran planear cómo robarle el marido a alguien, busquen un rinconcito más discreto, ¿no creen? Qué pena que las oí sin querer, vaya situación tan incómoda.

Bajó el resto de las escaleras con una sonrisa y disfrutó al ver cómo les cambiaba el color de la cara a ambas.

A pesar de lo cínicas que eran madre e hija, no pudieron evitar sonrojarse.

Tampoco era de extrañar que hablaran con tanta libertad en la sala; normalmente, Valeria se pasaba los fines de semana durmiendo hasta quién sabe qué hora. Seguro no se esperaban que apareciera de repente.

Valeria se acercó a ellas y, sin borrar la sonrisa, les dijo:

—En serio, no tienen que esforzarse tanto por quedarse con Patricio. Ese tipo es una miga que dejé, no me interesa para nada. Así que dejen de andar con sus jueguitos a escondidas.

Siempre había tenido una lengua afilada; era de las que cobraban las ofensas al instante.

Dicho esto, se dio la vuelta y se fue, sin dignarse a mirar las caras desencajadas que dejaron atrás.

...

El viaje en auto le tomó una hora completa.

Estacionó frente al club y la detuvieron en la entrada.

—Buenas noches, señorita. El evento de hoy es privado. ¿Trae invitación?

Valeria vaciló un instante; no había caído en la cuenta de que necesitaría una. Se mordió el labio.

—Espérame un momento, deja hago una llamada.

Se apartó para marcarle a Rodrigo, pero el maldito no contestaba. Le marcó más de diez veces, sin éxito alguno.

Justo cuando empezaba a desesperarse, vio una figura conocida que venía del estacionamiento. El corazón le dio un brinco.

«Qué casualidad.» «Parece que Damián y yo sí estamos conectados de alguna forma… nos encontramos en todos lados.»

Damián le echó un vistazo rápido, apartó la mirada y siguió hacia la entrada. Se veía que el personal de seguridad lo dejaría pasar como si nada.

Valeria se apresuró y se colgó del brazo de Damián.

—¡Ay, espérame! —exclamó con un tono juguetón, lo bastante alto para que la oyeran.

Damián se detuvo en seco. Bajó la mirada hacia ella, con la cara de pocos amigos.

Valeria le sonrió.

—Este… es que no traigo invitación, y Rodrigo no me contesta el teléfono…

Damián apretó sus labios finos y una sombra de fastidio cruzó su mirada, pero al final no dijo nada. Dejó que Valeria siguiera colgada de su brazo mientras entraban al club.

Damián no era de muchas palabras. Apenas cruzaron la puerta, se soltó del agarre de Valeria y se alejó a grandes pasos.

Como si no se conocieran.

Valeria chasqueó la lengua. «Bueno, pensándolo bien, tampoco es que seamos cercanos.» Nuestra única conexión era esa noche que pasamos juntos, nada más.

Se apresuró a seguirlo, pisándole los talones.

—¡Damián, espérame un segundo!

Damián por fin se detuvo en seco y volteó a verla.

—¿Ahora qué?

Su voz sonó distante, sin rastro alguno de emoción.

Valeria le comentó.

—Es sobre el contrato. ¿Tienes un momento para hablar?

Damián la miró con una media sonrisa indescifrable.

—Vaya que insistes.

Consultó su reloj.

—Tienes diez minutos.

Dicho esto, abrió la puerta de un privado cercano y entró primero.

Valeria entró tras él sin perder un segundo. Era como si viera fajos de billetes perfectamente ordenados haciéndole señas. La idea le dibujó una sonrisa aún más radiante en la cara.

Dentro del reservado, Damián se acomodó en el sofá. Su alta figura hacía que el mueble pareciera encogerse bajo él.

Valeria se sentó a su lado y sacó la propuesta.

—Señor Figueroa, pusimos mucho empeño en esta propuesta. Si la aprueba, no solo reducirá sus costos de mercadotecnia en casi un tercio.

—Además, nuestras ventajas sobre las agencias grandes son claras.

Apenas terminó de hablar, Damián la miró con esa media sonrisa suya.

—¿Ah, sí? ¿Qué ventajas? A ver, cuéntame. —Mientras hablaba, tamborileaba con sus largos dedos sobre la mesa.

Pero su mirada, inevitablemente, se desvió hacia el escote de Valeria.

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