Valeria sintió que el alma le volvía al cuerpo al ver a Damián.Él bajó la vista hacia la manga de su saco, que ella seguía sujetando. Tras una breve pausa, giró la cabeza para mirar a Daniel Peña.—Señor Peña, ¿cómo ha estado?Daniel no se esperaba que Damián interviniera por ella. Se quedó paralizado un segundo antes de levantarse como pudo, todo descompuesto, y dedicarle una sonrisa nerviosa y servil.—Señor Figueroa, yo… nosotros solo estábamos jugando.Damián mostró su escepticismo.—Ah, ¿sí? ¿Jugando?Bajó la mirada hacia ella. Tenía la ropa hecha un desastre. Tan vanidosa que era, siempre llevaba el cabello impecable, pero en ese momento lo tenía hecho un desastre.Ladeó la cabeza, incrédulo, y se volvió hacia Daniel.—Si solo estaban jugando, supongo que no le importa seguir un rato más, ¿o sí?Daniel tragó saliva, confundido.—¿A qué se refiere, señor Figueroa?—He oído que aguanta mucho bebiendo, señor Peña, pero nunca he tenido el gusto de comprobarlo.Inclinó un poco la cab
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