Finalmente reaccionó, aspiró aire frío del dolor. Al levantar la cabeza y ver que el responsable aún le sonreía, sus ojos mostraron algo de enojo.—¿Qué haces?Pablo ignoró el enojo en sus ojos, levantó ligeramente la barbilla: —Si no te hubiera detenido, habrías tropezado.Valeria siguió su mirada y se dio cuenta de que adelante había unas escaleras. Caminando distraída, realmente era fácil tropezar.Pero se hizo la dura, frunció ligeramente la boca: —¿Quién dice que iba a tropezar?Se detuvo un momento y añadió: —Bueno, el trabajo de hoy ya terminó, puedes irte.Pablo levantó el contrato en su mano.—Señorita Rivas, acabo de firmar un contrato, ¿tan rápido vas a deshacerte de mí? ¿No deberías invitarme a cenar para celebrar?Valeria negó con la cabeza: —No tengo dinero.Su rechazo fue muy directo. Pablo descaradamente la agarró de la muñeca y la jaló hacia afuera: —No importa, yo tengo. Yo invito.—¡No hace falta!Valeria inmediatamente se negó, pero Pablo como si no hubiera escuchad
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