Tras la máscara, los ojos de Serafina ardían con un destello carmesí.El verdadero hijo del maestro, el auténtico Gonzalo, ya estaba muerto hacía tiempo.Ese fue el mayor dolor de su maestro.¡Y Pedro debía morir!Pedro se levantó de golpe, incrédulo, mirando a Serafina.—¿Tú… tú te atreves a patearme?Los demás generales se colocaron junto a Pedro.—Gonzalo, al fin y al cabo somos tus mayores…—¡Buena patada! —Leticia dijo en voz alta al llegar.Lorenzo, al verla, corrió a interceptarla.—Esposa, este no es el momento de armar más lío.Pero Leticia lo apartó de un empujón y se situó al lado de Serafina. Frente a los generales que la acorralaban, sonrió, despreciándolos:—Gonzalo castigó la injusticia, ¿qué hizo mal? ¡Mal están ustedes, que no saben distinguir lo correcto! Tras conquistar Ciudad Fluvial, se comportaron como bandidos, arruinando el nombre de los soldados de Nanquí. Gonzalo, redacta un informe al emperador Claudio, hazle saber qué clase de hombres son esos soldados.Sera
Read more