Serafina tenía un hombro y una de sus manos atrapadas.Claudio tenía una fuerza descomunal.¡Era casi imposible escapar!—¡Guardias, sométanla!Con una orden, los pretorianos entraron corriendo al salón.—¡Atrapen a la asesina!Al ver que venían por ella, Serafina alzó la rodilla y pateó con fuerza las partes nobles de Claudio.Él se ladeó y aplicó fuerza en su hombro atrapado.Cuando dos expertos pelean, no hay espacio para distracciones.Justo en ese pequeño momento de descuido, Serafina se zafó y, de un tirón, le arrancó el cinturón.En ese instante, los pretorianos voltearon la cabeza por reflejo, para evitar ver el bastón del emperador.Aprovechando esa fracción de segundo, Claudio soltó a Serafina con una mano, sujetando con prisa su ropa.Pero ahora, con solo una mano libre, ya no podía retenerla.Serafina, como un pez escurridizo, se deslizó lejos.Con la confusión de los guardias, saltó por una ventana.Todo el escape fue perfecto, como una sombra que entra y sale con el pasar
Read more