En la oscuridad, todo era a ciegas. Claudio le desabrochaba la ropa y el cinturón con brusquedad.Solo se oía el roce entrecortado de las telas.Dentro de él ardía un fuego feroz, que lo quemaba y lo consumía.Por instinto, la besaba con fuerza, cada vez más profundo.Esa Nochebuena, cuando ella estaba borracha, supo cómo corresponderle.Pero esta vez, estaba consciente, y él sentía su torpeza y su resistencia.Y fue justo esa resistencia la que encendió aún más su deseo, llevándolo al límite…Los pensamientos de Serafina eran un caos.A su oído solo llegaba la respiración del hombre, rápida y agitada.Sus labios bajaban por el cuello, hasta llegar a su pecho.El cuerpo de ella estaba tenso, incapaz de hacer nada.De la nada, Claudio le tomó la mano, le abrió los dedos con fuerza y entrelazó los suyos, apretándolos con firmeza.Era como una ola de fuego que la cubría por completo.Ella sintió que… ya no había escapatoria.De repente, cuando cayó la última prenda, sintió que el corazón
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