Los Medicus Palatinus estaban cosiendo la herida de Amparo, mientras en la tienda de al lado, Claudio había llamado a Serafina para interrogarla.Dentro solo estaba Décimo, esperando en silencio. El ambiente se sentía pesado.Amparo había quedado muy herida, y el Juego de cañas se había suspendido al instante.Como organizadora, la emperatriz tenía que dar la cara.Serafina hizo una reverencia, tranquila.—Majestad.Claudio parecía estar en medio de una tormenta. Aunque brillaba el sol, el aire se sentía helado.Décimo, a su lado, ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza.Desde la tienda de al lado, los gritos de Amparo se escuchaban de vez en cuando.El emperador se veía muy serio, y las cejas se le marcaban del enojo.—¡De rodillas!Su voz sonaba llena de rabia, y su mirada era amenazante.Serafina se mantuvo firme, levantó el vestido y se arrodilló con calma.Al verla, Valeria también se apresuró y se arrodilló.Bajó la cabeza casi hasta el suelo, temblando un poco.La mirada del
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