Serafina quemó la carta secreta. El fuego se reflejaba en sus ojos, como si por dentro llevara un incendio esperando el momento para arrasar con todo.—Amparo es precisa. Sabe cómo manejar a los demás. Desde Servio hasta Tomás, aunque los descubran, prefieren morir antes que traicionarla.—Así que, sobre el caso de los bandidos, solo podemos decir que es sospechosa, pero sin pruebas claras. Que el emperador decida creerle, es normal.—Lo nuestro es juntar las pruebas, poco a poco.—Una gota tras otra hace un río. Hoy fue esa doncella, pero más adelante habrá otros.—Un día, las pruebas estarán completas y Amparo no podrá negarlo.—Cuando llegue ese momento, ni el emperador podrá protegerla.Eso tomaría mucho más que matarla de una vez.Si Amparo muriera tan fácil, no bastaría para calmar la rabia, y la verdad seguiría oculta… Beatriz habría sufrido en vano.Serafina no quería solo su muerte. Quería destruir todo lo que Amparo amaba, y mostrar su culpa ante todos.Al fin y al cabo, si m
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