Adrián vigilaba el monitor desde la entrada, con gesto serio. Asomó la cabeza hacia Marisol.—Marisol, es el imbécil de Peña. ¿Quieres que salga a correrlo?Al oírlo, ella, que estaba comiendo, detuvo el movimiento del tenedor. No esperaba que él la encontrara tan pronto.Alonso arrugó la frente y dijo con voz grave:—Puedo llamar a seguridad.—Ya es mucha molestia que me esté quedando aquí. Mejor déjenme arreglar esto a mí.Dicho esto, dejó el tenedor, se levantó y caminó hacia la entrada.Adrián quiso seguirla, pero ella levantó una mano, indicándole que se quedara. Viendo que insistía en enfrentarlo sola, Adrián tuvo que ceder, siguiéndola con la mirada fija hasta que salió.Fuera, tras la reja de hierro forjado, en cuanto David la vio, se arrodilló sin dudarlo. Sin decir palabra, él comenzó a golpearse la cara con fuerza.—¡Maris, perdóname, perdóname...!Estaba fuera de sí. Seguía golpeándose mientras se disculpaba, con la voz quebrada y temblorosa.—¡Soy un imbécil! Todo es mi cu
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