En el consultorio, Lucía tenía las tijeras contra su cuello, ya había perdido completamente el control.—¡Nadie va a lastimar a mi bebé!—¿Dónde está David? ¡Que venga a verme! El bebé es nuestro, él no puede ser tan cruel...Viendo que las tijeras habían cortado la piel y sangraba, Elena no se preocupó por el dolor en su cara y con los ojos rojos le suplicó:—Lucía, escucha a mamá, primero baja las tijeras, no asustes así a mamá, ¿está bien?Ricardo ordenó seriamente:—¡Baja las tijeras! ¡Si hay algo que decir, hablemos bien!Andrés se veía preocupado:—Lucía, no juegues con tu vida, no te lastimes... Un hombre como David no vale que arriesgues tu vida.Lucía no escuchaba nada, gritando entre lágrimas:—¡No, quiero ver a David!Al terminar de hablar, vio a David entrar y sus ojos se iluminaron inmediatamente:—David, sabía que no te quedarías sin hacer nada, nuestro bebé...—Ya te dije desde el principio que te deshagas de él.David interrumpió las palabras de Lucía, con tono muy impa
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