Fue como aquella bofetada que Emiliano le dio alguna vez a Inés.Inés podía parecer tranquila por fuera, como si nada le afectara, pero en el fondo, era una persona rencorosa.Al principio, aunque Mariana solía tratarla con condescendencia, Inés no le guardaba mucho rencor. Sabía muy bien que, entre Emiliano y Mariana, a quien realmente debía odiar era a Emiliano, ese hombre que le había jugado con los sentimientos y cambiaba de mujer como de camisa.Pero con el tiempo, la crueldad y bajeza de Mariana superaron todos los límites. Al final, se ganó a pulso el odio de Inés.Una vez que se casara con Sebastián y saliera por completo del lodazal en el que había estado atrapada, Inés le haría pagar a Mariana cada humillación, con intereses.Pensando en eso, Inés lo miró nuevamente con algo de nerviosismo y preguntó:—Señor Altamirano, entonces… ¿la promesa de los siete días todavía es válida?Porque, cuando se lo preguntó hace un rato, Sebastián no le había respondido.¿Y si acaso había cam
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