All Chapters of Después del divorcio, la familia de mi esposa CEO entraron en pánico.: Chapter 91 - Chapter 100

Ya que estaba de mal humor por lo ocurrido, y al ver a Pablo venía a sobornarle, Hugo se sintió aún más molesto. Viéndolo con esa actitud, sin el menor arrepentimiento, le generó un fuerte rechazo: ya no tenía sueño. Se duchó, se cambió de ropa y empezó a leer libros.Desde que asumió como presidente honorario, Hugo sintió que realmente no le alcanzaba el tiempo. Además de atender a los pacientes que lo buscaban cada día, también debía lidiar con muchos asuntos administrativos, incluyendo el caso de Pablo.Al parecer, Pablo no solo le había ofrecido regalos a él. En los días siguientes, varias personas fueron a buscar a Hugo, intentando convencerlo de que el hospital dejara pasar el asunto. Después de todo, la familia del paciente no pensaba demandar, y el hospital ya había pagado una compensación considerable en nombre de Pablo, por razones humanitarias.La familia, que había gastado mucho dinero durante los años que el anciano estuvo en tratamiento, al ver la indemnización, no dijo n

Hugo cerró el libro y dijo:—De haber sabido, habría invitado a Alejandro esta noche. Así podrías hablar con él. Se me pasó por completo.Antes de que Eva pudiera decir algo, Juana intervino de inmediato.—¡No, no, no! Yo con Alejandro no tengo nada que hablar. Si lo invitas, yo no vengo.Hugo lo miró sorprendido. ¿Había algún lío entre Alejandro y Juana?Al oír esto, Liliana se echó a reír, y comenzó a explicar esa historia.—Hace años, cuando Juana acababa de entrar a la empresa, el equipo de relaciones públicas aún no estaba formado, y él tenía que hacer todo personalmente. En varias ocasiones, durante negociaciones en cenas, alguien se pasó de la raya y lo tocó de forma inapropiada. Y, con su carácter, Juana no lo toleraba, respondía con los puños.Por coincidencia, en todas esas ocasiones, el que terminaba apareciendo era Alejandro.—Pero no puede ser —dijo Hugo—. ¡Alejandro trabaja en homicidios! ¿Qué tiene que ver con esas cosas?La cara de Juana se volvió aún peor.—Porque sie

Al ver que Briana todavía tenía cosas que hacer, Eva no se apresuró. Total, hoy no había muchas cosas en la empresa, y Liliana podía arreglárselas sola. Así que pidió una tetera de té, se sentó a un lado mirando el móvil, y de vez en cuando chateaba con Hugo.—¿Ahora tomas té, estilo viejo? —bromeó Briana.—Hugo dice que el café daña mucho al estómago —respondió Eva—. Y todavía no he comido nada, así que no quiero tomar café.Briana chasqueó la lengua.—Ahora sí estás enamorado, eh, ¿y antes qué estabas haciendo? ¿No eras la que se moría de amor y sufrimiento?Dicho eso, Briana se enderezó y la miró fijamente durante un buen rato.—En el fondo, eres igual de extrema como Jesús. Cuando amas, lo haces a lo grande, pero cuando ya no amas… hasta quieres mandarlo preso. Mujer, eres peligrosa.El camarero llamó a la puerta y entró con el té favorito de Eva.Pensaban que sólo traía el té, pero detrás entró una fila de personas con una cantidad exagerada de dim sum cantonés: dumplings de camar

Eso había estado presionando en el corazón de Eva durante mucho tiempo, y no sabía cuándo podría investigarse del todo. Sabía que no era algo que pudiera resolverse de la noche a la mañana, así que nunca apuró a nadie.—¿Entonces pusiste a Hugo en el Hospital Central porque fue el hospital que atendió a tu padre como herido, pero aun así insistieron en declarar que murió en el acto, y eso siempre te generó dudas?La verdad era que muchas cosas giraban en torno a la gente cercana. Eva no era tonta, lo que pasaba era que Jesús siempre la trató como a una mujer común, pensando que sus secretos podían mantenerse ocultos.Por eso ella tenía que hacerle entender, que la mujer frente de él nunca había sido una mujer común. Como heredera del Grupo González, Eva jamás se había dejado subestimar.—Esto se investiga poco a poco, no tengas prisa. Ahora que Hugo ya es presidente honorario del hospital, colocarlo allí también fue para facilitar la investigación. ¿Ya hablaste con él de esto, verdad?

Ana y Eva casi no se veían, y no tenían una relación personal. A lo mucho, se cruzaban en alguna cena de negocios, y se saludaban con un gesto y brindaban una copa.Esta vez que Ana fue personalmente a su empresa, seguramente había algo importante.La familia López era una potencia en la industria del entretenimiento, su empresa era mucho mejor que la de la familia García, y los dos querían ser el portavoz de la línea de joyería de González. Todos los que tenían ojos sabían perfectamente a quién debían entregarse.—Señora González —dijo Ana, sentada mientras contestaba mensajes en su móvil, sin voltearse al escuchar la puerta—. Hace poco almorcé con el hermano Hugo, y estuvimos hablando de usted. Mi hermano no suele elogiar a nadie, pero lo elogió mucho a usted. Hasta Hugo se puso celoso.Al mencionar a Hugo, el tema dejó de ser profesional y pasó a ser personal. Eva rodeó el escritorio y miró a Ana con atención.Decía que ellos habían sido vecinos antes. Ana llamaba también a Hugo “he