A Hugo le resultaba extraño.Según el carácter habitual de Eva, cuando Jesús estaba a su lado, no fijaría nada en él.Que hoy le hubiera enviado tantos mensajes ya era inusual. Desde la perspectiva de Eva, si él aún quería salvar el matrimonio, era el momento de aceptar el ofrecimiento.Pero ahora ya le era indiferente lo que ella pensaba.Así que dejó el mensaje sin responder, silenció el teléfono y lo dejó al lado, no tenía intención de volver a esa casa, si Eva quería borrar su huella digital, le daba igual.Creía que eso sería todo, pues no. Con Jesús a su lado, era obvio quién era más importante para ella.Pero no esperaba que, a medianoche, la puerta de su habitación se abrió.Hugo, adormilado, se incorporó de golpe. Las luces se encendieron de repente, y bajo la iluminación fluorescente, distinguió el rostro de Eva en el marco de la puerta, marcado por una ira contenida. Por un instante, ni siquiera supo dónde estaba.Incluso en casa, llevaban ya mucho tiempo durmiendo en ha
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