Nadie sabía si fue por la fuerza con que Estrella se apartó o por lo inestable que estaba Isabella, pero en un segundo, Isabella terminó en el suelo.Justo entonces, la puerta de la habitación se abrió y de pronto apareció un hombre apuesto y elegante.Cuando vio a Isabella en el piso, se indignó. Caminó a grandes zancadas hasta ella y la ayudó a pararse.—Isabella, ¿estás bien?La mirada perdida de Isabella, llena de histeria, pareció aclararse un poco al ver la cara conocida del hombre.Sin pensarlo dos veces, se abrazó a Rodrigo y se echó a llorar.—¡Rodrigo, qué miedo! ¡Quieren encerrarme! ¡Sálvame! ¡No quiero que me encierren!Rodrigo, preocupado, le habló en voz baja:—Tranquila. Estoy aquí. Nadie te va a llevar a ningún lado.Estrella sintió un punzante dolor en el pecho, como si algo la atravesara por dentro.Isabella, con los ojos llenos de lágrimas, miró a Rodrigo fijamente.—¿De verdad me vas a proteger, Rodrigo?—Sí.Con solo escuchar esas palabras, Isabella pareció calmars
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