Estrella, sin otra opción, volvió a llamar a Rodrigo.Bip... bip... bip...Al poco rato, la llamada se colgó. Porque nadie contestó.Las dos recepcionistas la miraban ahora con una expresión aún más arrogante, como si vieran una simple cucaracha.Una de ellas se quedó mirando con desprecio la cara bonita de Estrella, y en sus ojos se notó una chispa de envidia mientras hablaba con un tono burlón:—Qué gracioso verdad… ¡La supuesta señora Herrera ni siquiera puede comunicarse con el señor Herrera! ¿A quién pretende engañar?—Hoy en día, cualquier mujer cree tener derecho a ver al señor Herrera… ¿Quiénes se creen estas amantes?—He visto muchas así, que, por sentirse algo guapas, quieren provocar al señor Herrera, pero jamás una tan descarada como para hacerse pasar por su esposa.No hablaban en voz alta, pero Estrella, llena de desprecio, lo podía escuchar todo con claridadNunca imaginó que, después de cinco años de casada con Rodrigo, no solo sería ignorada en su propia casa, sino qu
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