—Patricia, puedes retirarte. —le dijo Valeria.Patricia se sintió muy agradecida: —¡Gracias, Sra. Herrera!Al ver que bastaba una palabra de Valeria para liberarse de la obligación de firmar documentos, Carolina se retorció los dedos con nerviosismo.—Valeria, reservar este lugar debe costar muchísimo, ¿no? —preguntó Carolina.Valeria esbozó una sonrisa burlona: —¿Acaso tu marido no puede hacerse cargo de eso?Había escuchado perfectamente cuando Sebastián declaró que eran esposos.Cuando se abrieron las puertas del ascensor, solo entraron ellos tres.Una vez dentro, Carolina se acercó a Sebastián y adoptó la expresión de una víctima humillada por Valeria, mirándolo con ojos suplicantes.Sebastián frunció el entrecejo: —Ya estamos aquí, ¿vas a seguir con esa actitud?Sin siquiera voltearse, Valeria respondió con sarcasmo: —Sebastián, jamás pensé que en una ocasión como esta traerías a otra mujer. De verdad que tienes gracia.—Yo... —Carolina trató de explicarse—. Solo quería acompa
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