Eso bastaba para confirmer que lo había escuchado todo.Valeria, débil, bajó la voz:—Perdón, solo estaba...lo que antes fue solo un impulse…Eduardo sonrió levemente.—Sí, lo sé.No era fácil sacar el tema. Valeria le dijo:—Si tienes trabajo, puedes irte. Aquí hay quien me cuide.Tenía trabajo, pero ya estando ahí se iba a quedar.Pronto llegó Vicente acompañado de sus guardaespaldas, con un montón de vitaminas y remedios.—Tenemos otros asuntos que atender. Te voy a dejar dos guardaespaldas.Dos de sus hombres se quedaron ahí.—No es necesario, el centro de maternidad tiene personal. —respondió Valeria.—No te hagas la fuerte. Si no te cuidas ahora, después vas a ser tú la que llore. —dijo Vicente,lazándole una mirada de advertencia.Valeria sonrió.—Gracias, hermano.—Me voy.Eduardo se levantó y antes de irse la miró.—Toma los medicamentos a tiempo.Valeria asintió obedientemente.—Sí, sí.Después de salir de la habitación, una empleada del centro de maternidad se acercó a Vicent
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