Para los niños, Carolina ya no era una desconocida, sino la mala del cuento.Héctor se sentó y les dijo: —Yo sigo llamando a Valeria, no se preocupen. Si antes de las ocho no responde, llamaré a la policía, ¿de acuerdo?Mientras marcaba, preguntó: —¿La mala mujer es Carolina?Los niños asintieron al unísono.—Ella le pegó a Santiago y ni siquiera quiere admitirlo. Pero papá cree que estamos inventando cosas. —dijo Sofía con dolor, preocupándose más por su hermano que por ella misma.Santiago abrazó a su hermana: —Ya no me duele nada, hermana, no te pongas así.Ver a los niños así le partió el corazón a Héctor. "¡Sebastián es un completo imbécil!", pensó.Tras media hora sin poder conectarse con Valeria, Héctor se vio obligado a llamar a Eduardo Castro... y por suerte contestó.—¿Aló?—¡Sr. Castro, soy yo! —se apresuró a decir Héctor.—¿Sr. Aguirre?—¡Exacto! Me surgió algo urgente, ¿me puede ayudar?Eduardo accedió a escucharlo: —¿De qué se trata?—No puedo ubicar a Valeria, no
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