Me sobresalté y cerré la computadora de golpe.Benito entró despacio, con el rosario en la mano, tan frío y soberbio como siempre.Apenas le dio una mirada, sin darse cuenta de nada.—Tenemos que hablar.Se sentó frente a mí, serio.Agotada como nunca, asentí:—Está bien, hablemos.No dijo ni una palabra de lo de anoche, ni de lo que habían hecho Yulia y su hija. Tampoco mostró el menor remordimiento.Su voz, en cambio, fue cortante:—Lo del oratorio no puede repetirse. Eres adulta, aprende a controlar tus emociones.Apreté los puños con rabia a mi lado.—¿Y tú? ¿Tú sí controlaste las tuyas cuando me golpeaste? ¿Eso también era madurez?Benito contestó tranquilo:—En ese momento estabas lastimando a Elsa. Solo quise que te calmaras.Toda mi rabia se vino abajo y me quedé sin fuerzas.—Benito, vete, por favor. Estoy agotada, solo quiero dormir.Al final mi voz se quebró en un ruego:—¿No puedes dejarme en paz? Estoy tan cansada...¿Por qué, después de arrebatarme lo más valioso, encima
Read more