La entrada de Benito interrumpió lo que Isabela decía. Se mostró tan educado como siempre, aunque con esa soberbia que no podía ocultar.—Papá, mamá, perdonen la espera.Solté un suspiro leve... al menos no los había hecho quedar en ridículo.—No, no, si recién llegamos —se apuró a decir mi mamá—. Estábamos platicando tantito con Valeria, nada más.—Si no terminaste lo tuyo, no pasa nada, nosotros seguimos charlando.Yo bajé la mirada.—Vamos, mamá, vámonos a la mesa.En el comedor, Benito se sentó en la cabecera.Mis padres y yo ocupamos los asientos a los lados.Mi padre, nervioso, lo miraba de reojo, como dudando si hablar o no.—Benito, quería pedirte un favor...Su voz sonaba casi humilde.Benito contestó con calma:—Ya lo sé. El Grupo Lara atraviesa dificultades. El dinero no será un problema. ¿Trajiste el contrato?—Sí, aquí lo tengo —respondió Felipe, aliviado.—Lo firmo más tarde —dijo Benito—. Mañana Valeria lo envía y, antes del viernes, los fondos estarán en la cuenta del
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