De inmediato aparté la mirada, sin atreverme a insistir, con miedo de que se me notara.Benito tampoco me dio una respuesta clara.Me quedé con un vacío amargo, como un trago que no podía pasar.Había esperado tanto, aguantando solo para llegar al día en que por fin lanzaran ese equipo... y entonces plantarme frente a Benito, con o sin su consentimiento, porque al fin tendría la libertad de dejarlo.Pero ahora parecía que tendría que seguir esperando.Después de unos días en el hospital, mi estómago mejoró bastante.En ese tiempo Benito no estuvo siempre a mi lado.Era evidente que lo del equipo era grave, porque casi todos los días se la pasaba en la empresa.Ana, en cambio, andaba de buen humor. Mientras me cuidaba, se la pasaba tarareando:—Señora, parece que al señor ya se le acabó el encanto con esa fulanita. Ella y la niña ya se fueron de la casa. Al final, él sabe bien quién es la esposa de verdad.Yo apenas forcé una sonrisa.Esa casa ya no era mía desde hacía mucho, y Benito y
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