—¡Imposible! —saltó Carmen de inmediato—. La familia Cruz jamás tendría que empeñar joyas por dinero.Gabriel se llevó la mano al pecho con fingida sorpresa y, con sorna, le soltó:—¿Imposible? Pues mira, yo escuché que hace poco el Grupo Cruz dejó a sus obreros sin sueldo y hasta hubo uno que se quitó la vida. Las acciones también se desplomaron un buen rato, ¿o no? Carmen, quedarse sin plata no es ninguna vergüenza. Si de verdad necesitaban, me hubieran pedido a mí, que yo sí tengo. ¿Para qué llegar al extremo de empeñar la joya?Ni en sueños pensó que alguien se animara a soltarle en la cara que no tenía dinero.Y ahora no era solo Gabriel quien la dejaba en ridículo: lo peor era que esa joya, la misma que había codiciado con obsesión, colgaba del cuello de su eterna rival, Fiona.La vendedora se quedó inmóvil, mirando el show.Gabriel, al verla tan embobada, le soltó con ironía:—¿Y tú qué, guapa? ¿Ya te aburriste de ver el show? Pues entonces anda, tráeme el juego de joyas que enc
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