A la mañana siguiente, apenas puse un pie en el comedor, alcancé a escuchar a Isabela diciéndole a Alejandro:—¡Menos mal que todo fue una de tus bromas! Si esa Yulia llegara a ser mi nuera de verdad, yo no lo aguantaría.Felipe intervino enseguida:—Tal cual. Yo todavía pensaba que esos chismes eran invento de los paparazzi, pero no... resultaron ciertos. Ya se ve que el mundo del espectáculo es un lodazal.Isabela, con tono tajante, advirtió:—Alejandro, te lo digo desde ahora: aunque nunca te cases, jamás voy a aceptar que metas a una actriz en esta casa como esposa.Por un instante, el rostro de Alejandro se ensombreció. Pero al verme entrar, cambió de tema de inmediato:—Valeria ya bajó. Vamos a desayunar, que seguro tenemos hambre.Lo miré de reojo, tranquila por fuera, aunque por dentro estaba convencida: entre él y Yulia había algo más, aunque todavía no tuviera pruebas. Pero esas cosas, tarde o temprano, siempre dejan huella.Durante el desayuno, Isabela no ocultaba su nervios
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