Mariana, sin decir nada, sacó un billete de cinco dólares y se lo metió en la mano a Soraya, luego bajó del auto con total decisión. Ella, toda apurada, dobló el billete varias veces, abrió la ventanilla y lo tiró al suelo.—¡Mariana, el dinero lo dejé tirado!Cerró la ventana, agarró la mano de Ezequiel y le dijo, nerviosa:—¡Arranca, arranca ya!Él, divertido, la miró con calma antes de encender el motor. Mientras el auto se alejaba, Mariana recogió el billete del suelo y suspiró resignada.—Esa muchachita…Se lo guardó en el bolsillo, dio unos pasos y de pronto se llevó la mano a la frente.Ni Soraya ni ella habían mencionado la dirección de su casa… ¿cómo fue que ese chofer la dejó justo en la puerta? “¿Será que ese joven, además de guapo, tenía algún don especial?”, pensó, intrigada.Mariana iba pensando en eso cuando se encontró con Lucinda, que bajaba la escalera.—Hola, ¿a dónde vas? —preguntó.Lucinda respondió, con una sonrisa:—Bruno quería comer pescado; voy al mercado a co
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