—En ese entonces —comenzó Eduardo, bajando la voz—, recibí una orden directamente de arriba. Una orden para que... me acercara a ti.—¿A mí? —preguntó Isabella, sorprendida—. Bueno, ya lo hiciste, ¿no? Siempre nos hemos llevado bien.—No, no era ese tipo de relación —dijo él, algo incómodo. Hizo una pausa, respiró hondo y continuó:—Querían que tuviera… algo contigo. Algo más allá de lo profesional.Isabella alzó una ceja, con ese brillo pícaro en los ojos.—¿Ah, sí? —dijo, con una sonrisa juguetona—. ¡Qué interesante! Dale, suelta.Eduardo tragó saliva y soltó la bomba:—Me pidieron que... que me acostara contigo. Y que grabara todo.Al soltarlo, su cara se puso rojo de vergüenza.En cuanto oyó eso, a Isabella se le borró la sonrisa de inmediato, y su gesto se volvió frío.—Entonces te negaste y por eso te pidieron la renuncia, ¿verdad?—Exacto —asintió él levemente.Ella lo miró unos segundos, algo dudosa, y luego preguntó:—¿Y qué pasa? ¿No te parezco lo suficientemente atractiva?
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