—¡Lárgate ya! —le gritaron las otras chicas a todo pulmón.—Qué descaro —murmuró Nico, con una risita.Luego, con cautela, se acercó a Eduardo:—Vaya, Eduardo, no te conocía esa faceta. Tienes lo tuyo, ¿eh?Eduardo bebió un sorbo y no respondió.—Brindo por usted —Nico, pegajoso, se echó un trago—. De ahora en adelante voy con usted. Si alguien le falta el respeto, yo me encargo.—Tú mejor tómate un descanso —dijo Eduardo, levantando la mano para cortarlo, y sin más se fue a elegir una canción.Inés le susurró a Zoe:—Oye, ¿el señor Rivas es tu compañero de trabajo?—Ajá —respondió Zoe, más concentrada en pensar cómo acercarse a Eduardo que en seguir la conversación.—La próxima semana me transfieren a su área como asistente de ventas —añadió—. ¡Lo veré todos los días!A Zoe se le cayó la cara de la sorpresa: otra competidora sin darse cuenta.Y cuanto más pasaba el tiempo, más le gustaba Eduardo.Ahora lo veía guapísimo: conduciendo un auto de lujo, cerrando un cliente por millones...
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