Cuando la perdió, ya era tarde
Tras nueve largos años de relación, Luis Martínez había amado profundamente a Elena García, y era considerado el marido ejemplar en el círculo de la alta sociedad.
Pero no pudo resistir la tentación, y buscó un desliz pasajero en otra cama.
Él creía haberlo ocultado a la perfección: de día acompañaba a su esposa; de noche, compartía momentos apasionados con su amante.
Lo que ignoraba era que Elena García solo esperaba en silencio.
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Mientras él vivía su ‘luna de miel’ con la amante, Elena tramitaba el certificado de defunción.
Cuando él regresó de ver a su amante, Elena le entregó el acuerdo de divorcio como regalo.
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Finalmente, un mes después, Elena desapareció por completo del mundo de Luis.
Al ver el certificado de defunción y el acuerdo de divorcio, Luis se derrumbó de rodillas en la morgue, sollozando sin poder contenerse.
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Él se aseguró que todos los que hicieron sufrir a Elena pagaran las consecuencias, incluso a sí mismo.
Pero su Elena seguía muerta.
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Tiempo después, ellos se toparon por casualidad en una cena de gala.
Para entonces, Elena ya era una diseñadora de fama internacional.
Él se arrodilló desesperado para suplicar el perdón de Elena.
Pero Elena García ni siquiera le dirigió una mirada.
—Señor Martínez, ¿acaso nos conocemos?— dijo ella.
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Una noche, Luis no pudo contenerse y la llamó.
—Elenita, me equivoqué, ¿me das una oportunidad?— suplicó con humildad.
Pero al otro lado de la línea se escuchó la voz de un hombre.
—Cariño, tu ex está escuchando... ¿Segura que quieres seguir?— dijo ese hombre.