Divorcio

Valeria Herrera, la hija querida de una familia poderosa. Desafió a toda su familia para casarse con Sebastián Jiménez, un soltero que ya cargaba con dos hijos y una empresa en ruinas. Durante seis años de matrimonio, amó a los niños como una madre biológica e impulsó la carrera de Sebastián. Los niños crecieron obedientes y cariñosos, y la empresa de Sebastián terminó cotizando en bolsa. Pero justo cuando celebraban su ascenso social, apareció de repente la madre biológica de los niños. Sebastián, siempre tan calculador, perdió completamente la cabeza rogándole que se quedara, humillando públicamente a Valeria. Esa noche desapareció con sus hijos para reunirse con su antiguo amor. Después, Sebastián llegó con los papeles de divorcio: —Gracias por tus años de esfuerzo, pero lo que los niños necesitan es a su madre biológica. La madre biológica añadió: —Gracias por cuidar a mis hijos, pero una madrastra nunca podrá compararse con la madre de verdad. El mérito de criar no cuenta tanto como el de dar la vida. ¡Pues entonces Valeria ya no quería ser madrastra! Pero los niños no aceptaron a su madre biológica ni a su padre. Incluso declararon: —¡Valeria es nuestra única mamá! Si se divorcian, nos iremos con ella aunque tenga que casarse de nuevo!

El primer amor del esposo de Estrella Mendoza padecía una enfermedad terminal y, a menudo, él le decía a ella: —Estrella, a Isabella no le queda mucho tiempo de vida, no te pelees con ella. Para compensar sus remordimientos, su esposo acompañó a su primer amor a recorrer todas las bellezas del mundo. Incluso, él llegó al descaro de entregarle a Isabella Reyes la boda que había preparado para ellos. Hasta su hijo de cinco años se aferraba con nostalgia a las piernas del primer amor de su padre. —Mamá no es ni la mitad de buena que la señora bonita, ¿por qué la señora bonita no es mi mamá? Estrella decidió dejarlo ir para que estuviera con ella. Les arrojó los papeles de divorcio y se marchó sin mirar atrás. Más tarde, ambos aparecieron frente a ella: su exesposo con la cara llena de arrepentimiento y su hijo con lágrimas en los ojos. —¿De verdad ya no nos quieres? En ese momento, un hombre apuesto rodeó la cintura de Estrella con sus brazos. —Amor, ¿por qué sigues aquí? Nuestro hijo está en casa esperando que lo amamantes.