Goro Goro No Mi

"Make me fall from your sweet gestures" Seena Reina Salvatore is a typically kind of woman. Everything seems so perfect about her but everything suddenly change when she meet Alexandro Monferri.Unang tingin niya palang niya sa binata ay bumilis na ang tibok ng kaniyang puso.Alexandro became her sweetest love,her first love.She thought Alexandro will be her sweetest love,will be her forever but nothing gonna last.She hate Alexandro through her nerves.Naiirita,nagagalit,at tumitibok pa ang puso niya dito. How could she move on if Alexandro offer her a marriage to save her father's company.She blackmailed by then to accept the offer even she don't want from the first.Marriage is a sacred thing for her.Maybe it was a faith to them to see each other again or it was a revenge for the cost of life.Can still Seena continue to love Alexandro with no end after nothing what's the real reason of him?

Claire life crashes when she comes home to an empty apartment. Her boyfriend, Ben had run away with all her savings, sold all her furniture, leaving her with nothing but a broken heart. She tries to forget the heart ache by having a one night stand with a handsome stranger. Her luck changed when her father, a media mogul, who she never thought existed shows up introducing her to her step brother. But in an odd twist she realizes that he was her one night stand.

A year ago, my father died in battle with a Rogue. As compensation, Silverania's Alpha King, Lacus Kingston, promises that I can choose my own husband. I don't need to wait for the Moon Goddess to send him my way. In this lifetime, I don't pick Perry Cardell again. Instead, I go for his half-brother, Alaric Kingston. Lacus is surprised. After all, everyone in Silverania knows that Perry and I grew up together—we're practically childhood sweethearts. After he saved me from vultures at the age of six, I followed him everywhere he went. My biggest wish since childhood has been to marry him. I smile bitterly and recall my past life. After Perry and I got married, he refused to be intimate with me. I thought it was because he had an indescribable condition. I helped him cover the truth and even comforted him, telling him it wasn't an issue. However, everything changed when he was gravely injured. As I healed him, I discovered my cousin's name—Shirley Lamos—tattooed on his chest. Only then did I realize he wasn't frigid—he just didn't love me. If that is the case, since I've been given a second chance at life, I'll give them my blessings. But later, when I stand before the Moon Goddess in my wedding gown and with Alaric by my side, Perry suddenly descends into hysteria.

Tomboy Lily Bennett gets into an accident and is mistaken for the identical twin she never knew she had, turning her entire world upside down! With her twin still missing, she gets sucked into the wild world of beauty pageants in her place. With the help of an old high school classmate and her twin's fiance, Lily tries her best to temporarily take over the role of Miss California while they look for her. The problem? She's no beauty queen!

Married to Jasper Brook for six years, I found out that he was keeping a mistress under his wing. She was stunning but timid, shrinking back at the slightest raised voice. Because of this, Jasper never lost his temper around her. He indulged her fragility and treated her preciously. However, the mistress wasn’t as obedient as she appeared. When she stirred up trouble with me, Jasper’s patience snapped, and he unleashed his fury on her. The next day, she sent me a photo of her neck covered in hickeys. “Selena, Mr. Brook is so scary. I’m terrified.”

Aunque el Supremo regresa para pasar sus días en paz, todos lo menospreciaron. El día de su boda, con un movimiento de su brazo, convocó a los Nueve Grandes Dioses de la Guerra, quienes se dirigieron a él como su amo...

La chica que le gusta a mi hermano me acusó falsamente de bullying. Mi hermano, el mismo con quien había compartido todo desde siempre, en un arrebato de furia, me mandó a un convento para que me corrigieran. Con el tiempo, me volví la hermana perfecta que él siempre había soñado: callada, obediente, sin deseos propios. Pero cuando leyó mi historial médico, perdió la razón. —¡Natalia, por favor... llámame hermano una vez más!

En la etapa terminal de mi insuficiencia renal, mi esposo le dio a mi hermana menor el único riñón que se adaptaba a mí. Rechacé la propuesta del médico de seguir esperando por otro riñón y me di de alta anticipadamente. Después de tanto dolor y desilusión, ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Le entregué a mi hermana menor toda la fortuna que había construido durante estos años y, por fin, pude ver a mis padres sonreírme. Mi esposo quería cuidarla día y noche sin descanso. Pero yo solo no me enojé, sino que le aconsejé que fuera muy atento con ella. Incluso, cuando mi hijo dijo que quería que mi hermana fuera su mamá, también asentí sonriendo. Todo salió como ellos querían... entonces, ¿por qué ahora se arrepentían?

Con solo mencionar los preparativos de la boda, el primer amor de mi prometido salió corriendo en llanto. Luis Enrique me abofeteó con tal fuerza que caí al suelo, mirándome con odio puro: —¿Tan desesperada estás por casarte, Gabriela? ¿Tan patética que necesitas forzarme a esto?¡Posponemos la boda otra vez! Me llevé la mano a la mejilla ardiente, pero ni siquiera latió más rápido mi corazón. Con esta, ya eran ocho postergaciones. De los 28 a los 30 años, esperé en vano una respuesta. Esta vez, hice las maletas en silencio para salir. Al fin entendí: este matrimonio nunca debió existir.

El día del control prenatal, mi esposo Emilio estaba ocupado en el trabajo, pero su amiga de la infancia, con quien llevaba años de coqueteo, Laura se ofreció a llevarme en auto. En el camino, de pronto giró el volante y el vehículo se estrelló de lleno contra la parte baja de un camión de carga; la carrocería quedó aplastada al instante. No llamé a mi esposo, que era médico de urgencias, sino que marqué al servicio de emergencias y esperé el rescate, solo porque, en mi vida anterior, lo primero que hice fue llamarlo para que me llevara al hospital. Al final, el bebé se salvó, pero Laura murió en el acto por la gran pérdida de sangre. Él decía que no me culpaba, que me recuperara tranquila, incluso me consiguió una habitación individual en el hospital. Pero el día del alta, me llevó a la tumba de Laura, allí, me clavó un cuchillo en el vientre; el bebé murió y yo quedé al borde de la muerte. Sus ojos estaban llenos de un odio encendido, y, ante mis súplicas, solo dijo con frialdad: —¡Si no hubieras girado el volante a propósito, Laura no habría muerto! ¡No creas que por fingir inocencia voy a creerte! Ojo por ojo: ¡quiero que la acompañes en la tumba! ¡El dolor que ella sufrió antes de morir, tú lo vivirás diez veces... cien veces más! Giró el cuchillo con fuerza, una y otra vez, atravesando mi cuerpo. La sangre salpicó sobre la lápida, tiñendo de rojo el nombre de Laura. Cuando abrí los ojos, estaba de vuelta en el lugar del accidente.