Esta Luna No Perdona
Ryder, mi esposo y el Alfa de la manada, siempre ha odiado el llanto de los cachorros.
Pero últimamente, empezó a cuidar al cachorro recién nacido de mi hermana adoptiva, quedándose a su lado en la guardería cada noche, hasta el amanecer.
Cada vez que salía de nuestro hogar para ir a la guardería, un dolor fuerte e inexplicable me partía el corazón. Esta agonía duraba toda la noche, hasta que regresaba al amanecer.
Pero llegué al límite. En el festival de la luna llena, anuncié frente a toda la manada que rompería nuestro vínculo.
El enlace mental de la manada estalló en murmullos; todos pensaban que la batalla me había afectado el juicio.
Una luz dorada se encendió en los ojos de Ryder mientras me miraba con incredulidad.
—¿Solo porque estuve ocupado para ver cómo estabas después de que te hirieron, vas a romper nuestro vínculo? ¿Y todo por un cachorro de seis meses?
Evité su mirada. En lugar de eso, mi vista se detuvo en la leve marca de labial corrida en el interior de su cuello. Aunque me temblaba la voz, me mantuve firme.
—Ya que tanto quieres a su cachorro, en cuanto nuestro vínculo se rompa, podrás ser su padre sin tener que esconderte.