Matrimonio Sin Salida
Samantha Ibarra era la burla de la élite de la ciudad. La aversión que su esposo, Gael Castillo, sentía por ella solo era superada por el rencor que él le guardaba a su tía, la mujer que lo había obligado a casarse.
En cuanto la tía falleció, todos dieron por hecho que él le pediría el divorcio.
Pasó un día y no hubo noticias de Gael. Pasó una semana, y tampoco. Después de quince días, todo seguía igual.
Al cumplirse el mes, Samantha publicó en sus redes sociales:
“Gael, el mes de espera terminó. Nos vemos mañana en el registro civil”.
Todos pensaron que su iniciativa era un intento desesperado por salvar el poco orgullo que le quedaba, y daban por hecho que él aparecería.
Pero, para sorpresa de todos, brilló por su ausencia. Samantha fue a su oficina a exigirle una explicación.
—Ustedes me obligaron a casarme —le dijo él—. Pero con el divorcio no te voy a dar el gusto. Mientras más insistas, menos pienso concedértelo.
—¡¿Tú te escuchas cuando hablas?!
La noticia corrió como pólvora y la gente la acusó de mentirosa.
“Estás inventando todo para no quedar mal. Gael se muere de ganas de divorciarse de ti”.
Entonces él, que jamás usaba sus redes sociales, desmintió los rumores con una publicación tajante:
“No es mentira. Que quede claro: no habrá divorcio”.
Samantha entró en pánico. Convertirla en el blanco del odio de todas sus admiradoras parecía ser su nueva y retorcida forma de venganza.